Amediados de 2017, la policía de Toronto, Canadá, era presionada por la comunidad gay, grupos de derechos humanos y por ciudadanos en general por la indiferencia que había mostrado ante los asesinatos de varios hombres maduros homosexuales.
Las víctimas pertenecían a los sectores “invisibles” de la sociedad, como inmigrantes sin familia u hombres que a ojos de su comunidad eran heterosexuales, con esposas e hijos, pero que llevaban una doble vida en antros gays y en apps para relaciones de sexo duro.
La presión de la sociedad civil sirvió para que los uniformados pusieran manos a la obra, siete años después de que hubiera comenzado la cadena de homicidios.
Fue así que los agentes, al rastrear datos relacionados con la desaparición de un tipo llamado Andrew Kinsman, dieron con un nombre anotado en su calendario de pared: “Bruce”. Asimismo, una cámara vecinal de vigilancia captó el momento en que Kinsman subía a una Dodge Caravan 2004 roja.
La mala noticia en torno al auto es que entonces había más de seis mil Dodge Caravan en Toronto, la buena es que sólo había cinco unidades de ese tipo bajo el nombre de Bruce y, lo mejor de todo, había sólo una 2004. El resto solo era cuestión de horas.
Al comenzar 2018, un juez ordenó el arresto de “Bruce” si se encontraba a solas con alguien. Un día después de que se girara la orden de arresto, “Bruce” fue capturado al momento en que tenía esposado a la cama a un individuo.
Con la detención de Bruce McArthur, un hombre al que su entorno consideraba afable, las autoridades de Toronto pusieron fin a una serie de asesinatos que ocurría desde al menos 10 años atrás.
Bruce trabajaba como jardinero. Durante el invierno canadiense personificaba a Papá Noel en un centro comercial de la ciudad. Del mismo modo se desvelaron circunstancias desconocidas del hombre, por ejemplo, que era gay, no obstante tener dos hijos y de haber estado casado durante varios años. ¿Pero, dónde estaban los cuerpos de las víctimas?
Bruce confesó haber asesinado y descuartizado a ocho hombres, la mayoría asiáticos. Ayudó a ubicar las jardineras y maceteros —propiedad de sus clientes—, donde había enterrado los cuerpos de sus víctimas.