04 de diciembre de 2018. Un nuevo gobierno inició actividades en Jalisco. Como cada inicio de sexenio -de administración-, la expectación fue grande. Conocer el mensaje del gobernador que tomaba las riendas del poder ejecutivo en Jalisco, su equipo de colaboradores, sus planes, sus programas. Frente al resultado electoral de julio de ese año cuando la población votante a nivel federal se volcó a dar el triunfo mayoritario a Morena con su candidato –hoy presidente de la república-; en Jalisco los electores decidieron dar la mayoría en el ejecutivo y en el congreso estatal a Movimiento Ciudadano, partido que inició victorioso el ascenso al gobierno desde 2016 cuando los ayuntamientos de la zona metropolitana de Guadalajara y el congreso estatal quedaron en control de ese instituto político.
A ciencia cierta no sabemos quién le habló al oído al Ing. Enrique Alfaro Ramírez, o quienes lo convencieron de emprender dos proyectos políticos fallidos en su sexenio: 1) la refundación del estado, y 2) junto con ello convocar a un nuevo constituyente para que promulgara una nueva constitución estatal.
Según el diccionario de la Asociación de Academias de la Lengua Española “refundación” viene de la palabra “refundar” que quiere decir “volver a fundar algo”, por ejemplo, una ciudad -Guadalajara fue refundada varias veces antes lograr su asiento final actual- o “revisar la marcha de una entidad o institución, para hacerla volver a sus principios originales o para adaptar estos a los nuevos tiempos”.
Esta promesa no se logró. Mucho menos convocar a un nuevo constituyente estatal. Era evidente que la meta ambicionada requería visión de estado, acuerdo con el poder federal “centralizado”, (si raro, pero alguna vez me tocó leer una publicación del gobierno de Canadá que explicaba nuestra forma de gobierno como “una república federal con administración central”). Nada más cercano a nuestra realidad histórica. Para refundar hay que definir una estrategia y un hombre de estado que la lleve a cabo. La meta obviamente era grande. Winston Churchill o Charles De Gaulle fueron figuras únicas enmarcadas en la grandeza de los difíciles momentos vividos; y refundaron sus naciones. Jalisco no es una nación independiente que puede cambiar o alterar el régimen de gobierno democrático, republicano, federal, representativo, de alternancia y periodicidad en sus ejercicios de gobierno, y con división de poderes.
Jalisco es simplemente una parte de 31 más. Refundar el estado no era viable. Sin embargo, se nos vendió como espejitos a cambio de oro. Se usó como slogan de campaña y como política de comunicación gubernamental. Las posibilidades eran nulas. ¿Volver a los principios originales? ¿Adaptar dichos principios a los nuevos tiempos? La realidad se impone. Una entidad federativa no puede cambiar por si sola las reglas de toda la federación. Desde nuestro nacimiento como país la evolución ha sido la permanente centralización. Benito Juárez y Porfirio Díaz consolidaron aún más la esencia centralista que padecemos desde la independencia. El PRI siguió alegremente estos pasos y se regocijó en la tendencia. El PAN ni siquiera intentó revertirla. ¿Morena? menos. Era imposible que Alfaro cumpliera con esta promesa. ¿Nadie se lo dijo? ¿No quiso escuchar?
Y era más difícil pensar en un nuevo constituyente estatal que rompiera obstáculos, y mirara lejos cuando; todos los juristas sabemos que la camisa de fuerza de la Constitución Federal impide tales disgresiones. Y si no que le pregunten a la Ciudad de México –que sí tenía que darse una constitución al integrarse como entidad “soberana”, pero varios de sus artículos fueron invalidados posteriormente por la Suprema Corte en su función de control constitucional.
Entonces ¿se nos quiso engañar a todos? o, ¿el engañado fue uno?