Cuando se ejercen las funciones públicas como propiedad privada, el hedor a corrupción lo impregna todo. Nuevo León inició como laboratorio de extremos no solo tocándose, sino conjugándose y conjuntándose en un ente simbiótico que secuestró la vida pública del estado en los Poderes Legislativo y Judicial (Tribunal Superior de Justicia y Judicatura) y en organismos supuestamente autónomos, como la Fiscalía General y la Auditoría Superior del Estado.
Quien mejor entiende el problema de gobernanza que enfrenta Samuel Alejandro García Sepúlveda es el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien padece de un Poder Judicial y de legisladores de oposición al servicio, no de los intereses del ciudadano, sino de la oligarquía. El fenómeno del PRIAN en Nuevo León ni siquiera representa a los intereses fácticos, la mafia del PRIAN se presenta y se representa a sí misma, a los intereses particulares de Francisco Cienfuegos y Zeferino Salgado.
El problema de Paco y Chefo es que son inerciales. El dueto, para sobrevivir, tuvo que deshacerse de sus adversarios políticos dentro de sus institutos. Al desplazar a sus adversarios, la exclusión los catapultó, pero al mismo tiempo esa intolerancia ahora acaba con ellos. Zeferino y Cienfuegos han dejado a muchos compañeros de partido tirados y sus enemigos son legión.
Paco y Chefo, sin tener representatividad ciudadana, como lo hicieron con Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, quieren secuestrar ahora al Poder Ejecutivo representado, legal y legítimamente, por García Sepúlveda. Zeferino y Cienfuegos ni por legalidad ni por legitimidad representan a ningún nuevoleonés. Como se demostró la semana pasada en los medios, lo suyo es el enriquecimiento ilícito, la propiedad privada de las funciones públicas.
La tarea del Ejecutivo —también a través de Movimiento Ciudadano, diputados y regidores— es profundizar en el desprestigio (¿alguna vez han tenido prestigio?) de los líderes de la mafia del PRIAN: horadar su reputación, deslegitimar sus tentáculos de poder, inclusive los compadrazgos y amiguismos —incluyendo a los compañeros de pachanga de Cienfuegos, en este caso Pedro Arce, encargado de la Fiscalía. Y si en los enjuagues de corrupción metieron a la familia, como Zeferino y Carlos de la Fuente, ni modo, ellos abrieron esa puerta, ellos hicieron cómplices a sus familiares, ellos se lo buscaron.
A punta de billetazos (con la bendición económica de Rodrigo Medina), Cienfuegos se convirtió en el capo de esa mafia. Como Raúl Gracia y Zeferino se repartieron el PAN —para uno las decisiones del partido, para el otro el Congreso local—, le fue fácil a Paco manejar las curules, inclusive cuando los panistas han tenido más, y liderar las negociaciones con el Ejecutivo.
Los allegados del gobernador tendrán la grata tentativa de exhibir al sol los abundantes trapitos sucios de la mafia de Cienfuegos y su consigliere Zeferino. Sin olvidar recostarse en los mejores aliados federales que tiene García Sepúlveda, es decir, el presidente López Obrador y su secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Cortejar a la Suprema Corte también es parte de la hoja de ruta en contra del PRIAN, la puerta de la ministra Margarita Ríos-Farjat está abierta.
La Fiscalía General de la República tiene en la mira a Zeferino y Cienfuegos, obvio, pronto se sumarán otros nombres acompañando a Chale de la Fuente, como el de Pedro Arce; el titular de la ASE, Jorge Galván, y su camarilla de prianistas, también, si da tiempo, al presidente del Tribunal Superior, Arturo Salinas.
Dentro de los litigios políticos-mediáticos nunca está mal una foto de Samuel García con Pablo Gómez, el encargado de la Unidad de Inteligencia Financiera, porque trapos hay, sol también.