No es al César lo que es del César, sería afirmar un despropósito y este no es un asunto religioso. Si la tilde importa, César no cesar. La construcción de una imagen política parecería un asunto prescindible, la imagen en tiempos digitales lo desmerece todo. Pero si la imagen fuese todo, el lago timorato de Narciso no vibraría.
Política de composición corregida y aumentada o simpleza verbesserte. En el fitness de las negociaciones el alcalde de Apodaca, César Garza Villarreal, quien triunfó de calle en la bocacalle de las pasadas elecciones, resultó, como les gusta decir a los mediocres columnistas, ganón. La invención del Pacto Nuevo León entre fuerzas legislativas y municipales le da a César la plataforma anhelada para ser el protagonista electoral al Senado de la República y, augurios mediante, competidor real a la próxima gubernatura después del desastre actual y futuro de la gestión de Samuel García.
La narrativa de los errores se reconoce en la actitud y la aptitud. Fuera del nefasto y fastuoso grupo engendrado por Rodrigo Medina de la Cruz, donde sobresalen Francisco Cienfuegos y Adrián de la Garza, ningún político ha destacado, en las filas, filias y fobias del PRI como César Garza Villarreal. Anfibio, Abel Guerra se moreniza junto a Clara Luz Flores. Héctor Gutiérrez de la Garza engarza en la Secretaría de Gobernación. Felipe Enríquez solo, y solo, vive en sus rencores. Paco Cienfuegos, Adrián de la Garza, Heriberto Treviño… no son el PRI, pero lo usurpan.
En la negligencia política de las pasadas elecciones para gobernador, tipificado como misógino, el candidato Samuel García no tenía forma de ganar. La baraja del PRIAN, incluso, le propuso a Luis Donaldo Colosio Riojas la candidatura. Tiempos ajenos, el PAN llevó naipe. Abortistas, nunca echaron mano de César Garza Villarreal, el único apto para obtener la gubernatura.
Lodo de aquellos polvos. Fernando Larrazabal, quien profesó nunca entrar de nuevo en política, fue inmolado. Desde la mentira, Clara Luz abismó ser opción. Adrián de la Garza, ensillado en el sello de su mediocre y policiaca reputación como alcalde de Monterrey, ensució lo que tocó electoralmente. En el trámite de la condena y el castigo, los reineros votaron por Samuel García, quien ganó con pulcritud.
Cuando el futuro los alcance, los políticos en Nuevo León obturarán realidades diferentes. Por corruptos y mediocres, Rodrigo Medina de la Cruz y Jaime Rodríguez Calderón están vetados y “botados”. Hay una legítima dignidad en Fernando Canales Clariond al señalar los errores de la actual gestión gubernamental. El oportunismo crítico de Fernando Elizondo Barragán a pocos les importa y, mientras tenga moche de las transas de Carlos Garza Ibarra en la Tesorería, sus declaraciones son perversas. José Natividad González Parás, el último gobernador con conocimiento y visión de estadista, será con unánime pena declarado solo el babysitter del sexenio actual, su gubernatura se perderá en su asignatura doméstica: engendrar a Rodrigo Medina y avalar a Samuel García.
El Pacto Nuevo León le proporciona a César Garza Villarreal desplazarse de Apodaca a cualquier otro municipio y ningún alcalde tiene esta oportunidad, solo el gobernador. El Pacto Nuevo León es la plataforma electoral de César. La disputa por las candidaturas por venir pasarán, desde la alianza entre el PRI y el PAN, por el alcalde de Apodaca. Los hijos putativos de Rodrigo Medina, Paco, Adrián, Heriberto, si no desean repetir horrores, tendrán que negociar. En el desconcierto de las nociones, y desde la oposición, César Garza Villarreal es un factor.
José Jaime Ruiz
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