Cultura

Limbo

JORGE F. HERNÁNDEZ
JORGE F. HERNÁNDEZ

Durante el papado aún no compartido de Benedicto XVI se esparció como revelación que el Limbo no existe. Entre el Cielo y el Infierno, quién sabe ahora a dónde van a parar las almas de los difuntitos recién nacidos que se van sin bautizar y quién sabe si tantas ánimas en pena que suelen visitarnos en sueños deambulan en un etéreo incierto que los aleja de las llamas al tiempo que los priva de las nubes. Ya con Jorge Bergoglio coronado Papa Francisco la dualidad pontificia parecía subrayar una metáfora o advertencia de nuestro tiempo: son arcángeles dignos de salvación todas las almas justas que nos alivian la vida y disipan en el otro lado, demonios abiertamente afiliados al Mal que procuran instalar infiernillos aquí en la Tierra, pero sin medias tintas. No hay Limbo que valga como colchón para pusilánimes e indecisos: o estás por el Bien (lo Bello y Verdadero) o te afilias con el brazo extendido en ángulo recto nazi por el Mal (con toda la Mentira y Fealdad que conlleva).

De niño y en otro idioma, el Limbo era un juego popular en la primaria y fiestecitas infantiles donde se colocaba una vara horizontal, soportada por dos postes verticales y el participante en turno se acercaba lentamente, andando de frente hasta llegar a la barra y arqueándose hacia atrás, pasar por debajo de la barra al ritmo caribeño de un divertimento que irónicamente nació como costumbre funeraria en Trinidad y Tobago. Conforme pasaba la fila, la barra horizontal bajaba centímetro a centímetro en sentido anverso a la trillada manía de los triunfadores que siempre suben el rasero del éxito y triunfaba aquel niño de hule o la niña elástica que lograba reptar como cangrejo, pasar por debajo del bambú horizontal, sin tocar el suelo con espalda o perder el equilibrio en la maniobra.

Ayer murió mi prima Angelita, mayor hermana de toda una tropa por la que mi vera hermana mayor llevó durante muy poquito tiempo su nombre. Mi hermana mayor murió sin bautizar y la creí siempre en el Limbo. Ambas aladas, mis Angelitas confirman con una dulce sonrisa su destino signado en las nubes por sortear siempre la barra de todas las medidas. Pienso en ellas al seguir en silencio las horas del Papa Francisco porque estuve a punto de entrevistarlo en 2016, porque lo trajeron del fin del mundo y porque quiero decirle que el Limbo es ahorita mismo y aquí en la Tierra… donde algunas almas justas pasan al vuelo para ascender directamente a una eternidad cuya inmarcesible maravilla consiste en estar ya muy lejos de aquí.


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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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