Cultura

Agua somos

Jorge F. Hernández
Jorge F. Hernández

Con cada lluvia —torrencial o simbólica— la Ciudad de México evoca su esencia lacustre: resuenan los ecos de los lagos prehispánicos y los ríos ahora renombrados calzadas, calles o callejones recuerdan sus antiguos cauces. No se puede bucear por la microhistoria de una de las ciudades más grandes del mundo sin bogar, calar y navegar su biografía del agua. Agua pura y salada, agua quemada y ácida que vuelve a anegarse como necia evocación de insólitas virtudes y defectos recurrentes.

En 1629 empezó a llover aquí durante 40 horas como fantasma del dios Tláloc. La inundación duró anegada cinco años. El virrey Rodrigo Pacheco y Osorio hizo caso omiso de la recomendación del sabio Enrico Martínez, genio polímata que advirtió la inminente destrucción del llamado desagüe de Huehuetoca aún en construcción y al destaparlo, el virrey fue responsable no sólo del abatimiento de dicho canal sino de la anegación generalizada de una ciudad que perdió con el desastre alrededor de 80 mil indios, 50 mil negros y 16 mil españoles o criollos ahogados bajo más de dos metros de agua estancada que no tuvo solución hasta 1634. Hasta el arzobispo intervino con ordenar la celebración de misas en techos o azoteas y permitir una peregrinación de la mismísima Virgen de Guadalupe en chalupa desde su cerro en el Tepeyac hasta el Zócalo… que una vez más se ha inundado siglos después como archipiélago de aguas estancadas donde se da el insólito asentamiento líquido donde sobrevivimos.

Ahora se han tapado las alcantarillas con los versos de poetas infinitos y los sonetos de una musa olvidada, las obras completas de nuestros mejores novelistas y todos los cuentos que se han sustituido por la lluvia incesante de mentiras y el diluvio de la corrupción descarada. Se han coagulado los desagües con los óleos y murales de pintores ahora desconocidos, cinco siglos de esculturas flotantes por la podredumbre cultural acumulada por tapones de estupidez y estulticia. Millones de páginas empapadas por el generalizado desdén de una mayoría ignorante, ágrafa e iletrada como espesa agua negra donde sólo flotan planes y proyectos vacíos, chatarra comestible y colchones viejos donde millones de mexicanos se sueñan eternos o etéreos… como agua.


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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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