Humores son todos los líquidos del cuerpo y humor es también agudeza de ingenio, ligera alegría positiva de la jovialidad. Entre la flema y el hartazgo nos inundamos de memes, aforismos y albures para aligerar no solo el tedio del encierro, sino la pesada tristeza de las estadísticas entre muertos cuyo número es en realidad una persona, cada cifra con biografía truncada o contagiados que han pasado por el martirio del ahogo y la tos con sangre. Entre el humor del llanto y el humor del bueno hay quien se caga de la risa en solitario y el que provoca incontinencia urinaria con el brevísimo video donde un demente se avienta una cachetada de pastelazo en cine mudo.
Alivia el agobio el humor que cada una de las culturas del planeta se atribuye con orgullos nacionalistas y el ingenio inagotable de la carcajada universal parece incluso volvernos inmunes al contagio de todo virus. Preferimos la risa contagiosa, inversamente proporcional a los bostezos que se pegan también, pero es tiempo de hacer una breve pausa y quizá aclarar que toda muestra de risa en estos nuevos tiempos del virus no desprecia ni demerita el dolor y la tristeza por los miles de ancianos que se han ido ya de este mundo habiendo sobrevivido cada uno sus siglos de horrores y esfuerzos. Es tiempo de llorarle a los niños y jóvenes que se han ido por la desgracia de una complicación respiratoria y es hora de solidaridad con millones de afiebrados y adoloridos pacientes que sufren a cada minuto el infierno de la asfixia, la tos seca de su tórax sin humor ni para hablar.
Desoladora risa que es llanto cuando el pastor oficia sermones en el vacío, sin monaguillos a la vista y dolorosa risa de desconsuelo y desahogo cuando diversos payasos del espectáculo mediático se toman en serio sus conjeturas y conspiraciones, sus inferencias y alusiones vagas como pantanos… mejor el humor ante tanto rumor, mejor el humor líquido de las lágrimas por risa y también por el inevitable llanto ante tanto prójimo afectado y humor líquido la callada saliva de quienes ofrecen ayuda a los demás, los que asumen el confinamiento no solo como salvoconducto para aislarse del contagio, sino como solidaridad responsable para precisamente no contagiar a nadie más… salvo que se trate de pegarnos el buen humor. _