Hay un documento del Episcopado Mexicano, publicado en septiembre de 2012, titulado “Emergencia Educativa” en el que llama a los maestros “Formadores Admirables”.
En el capítulo cuarto de tal documento, tienen los obispos unas consideraciones que merecen ser reproducidas aquí, aunque no todas.
Dicen: “México ha contado, a lo largo de su historia, con miles de maestros esforzados, talentosos, entregados, que han formado en valores, en virtudes y en el saber a quienes se han dejado moldear por ellos.
Ninguna otra tarea, fuera de la paternidad, supone una tarea con niños y jóvenes receptores de la acción magisterial”, (Meneses), por lo que la labor de los maestros es indispensable en el cambio de época que nos toca vivir”.
Pero vino la pandemia, que con sus dos años de prolongación, se llevó al otro mucho a algunos, otros los dejó muy enfermos; luego vino la técnica moderna, que metió las clases virtuales, presionando a los muy pobres a que comprar un aparato receptor y quienes ni por nada podían comprar un artefacto receptor, pues ni modo, pasaban al mundo de los descartados, aunque por ahí escucharan que la comunidad es presencial, no es virtual.
Pero pues ya “oyen Misa”, por lo que para nada les importa participar en misa.
En el citado documento episcopal, se recuerda la labor de José Vasconcelos, fundador de la Secretaría de Educación pública, allá por 1920-1924. Este político revolucionario reconocía que uno de los mayores problemas del país era que los mexicanos no tomaban parte de su pasado y no estaban talmente de acuerdo con su cultura, debilitando así la identidad nacional.
“El mexicano debía reconciliarse con su pasado”, reconociendo las raíces cristianas que se encuentran ahí, sobre todo en la práctica de la religiosidad popular.
Ahora vivimos la preocupación por una educación laica que el pensamiento liberal interpreta como educación alejada de principios y prácticas cristianas, dejando amplio espacio a la vida privada, sin que toque lo civil.
Bien analizada la educación “laica”, por su contenido, es equivalente a una religión, que con pasión defiende lo indefendible. El ser humano, por su naturaleza, es religioso
Y no podemos, por interpretaciones torcidas, volverlo a la fuerza, indiferente, ateo, etc.
El día del maestro es fiesta de todos, ya que aún el más modesto e inculto papá, se torna maestro para los suyos, cuando con las actitudes de su vida enseña el valor de vivir con honestidad, con amor a la justicia, a la verdad.