El Episcopado Mexicano ha pedido a los católicos de este país, que el 10 de julio sea una fecha en la que todos oremos porque desaparezca la violencia en la patria.
Mal interpretan esta propuesta los que piensan que se trata de ir contra las políticas del gobierno federal.
“Perdemos el tiempo –dijeron los obispos mexicanos- cuando buscamos culpables o esperamos pasivamente que sea solo el gobierno quien dé solución a los problemas que son de todos.
Debemos actuar ya, cada quién en su propio ámbito de competencia. Núm. 106).
Urge leer en la realidad el llamado a un compromiso de todos para arrancar la violencia de raíz.
El gobierno actual tiene un sistema de pensiones muy extenso, para adultos mayores; una ayuda para discapacitados; tiene becas para estudiantes, muy diversas; programas diversos para el campo y lo que tiene que ver con el proyecto “sembrando vida”; los salarios se han elevado como nunca acontecieron en sexenios anteriores.
Por su parte, los grandes mercados no dejan de ver a los pobres que visitan sus negocios para comprar poquito y así subsistir.
Hay necesidad de una nueva lectura de esta realidad social de transición que el pueblo decidió con su voto, porque ya vivía un hartazgo de más de 70 años, con una corrupción que no se corregía, aunque hoy podemos decir que no del todo se corrige, pero poco a poco se avanza.
Pero ahora lo más notable que realiza el gobierno, se vuelve negativo, porque ya los recursos no van a clases pudientes directamente, sino a clases menesterosas, que de todas maneras se llega a las clases pudientes.
Así, no se desampara a nadie.
“Es muy claro –dicen los obispos mexicanos- que el ambiente de violencia y de inseguridad en que vivimos denota una pérdida del sentido de Dios que lleva al desprecio de la vida del hombre, un ambiente que influye negativamente en la formación de la conciencia y de los valores, donde encontramos modelos de realización equivocados, metas y aspiraciones intrascendentes, fruto de una cultura consumista, marcada por el materialismo imperante a nivel global.
La corrupción de las costumbres y de las instituciones, la distorsión de las leyes que afectan el sentido de la vida y la dignidad de la persona, son el marco perfecto para llegar hasta donde estamos en una sociedad con claros signos de decadencia” (CEM. NÚM. 108)
¡Así que orar por erradicar la violencia, es orar para que cada quién cumpla su responsabilidad!
