Un canto popular dice que octubre luce la luna más hermosa, ¿será? Lo que es incuestionable es la frase de reclamo social de los estudiantes:
“Dos de octubre no se olvida” que retumba en tantas manifestaciones en México, pero no deja de ensombrecerlas la groseras pintas y la barbarie sobre comercios establecidos.
La justicia no se consigue con la violencia. Esta fecha nos recuerda muchas otras de esperanzas truncadas, como fueron la huelga de médicos allá por 1960, 2 de octubre de 1968, 10 de junio de 1971, Aguas Blancas, Ayotzinapa, etc.
En la historia de estos hechos, van mexicanos torcidos de conciencia, que avergüenzan al país.
Lamentablemente, vivimos en ambientes sociales en los que denunciar injusticias se ve como delito, y si un sacerdote recuerda en alguna homilía estos hechos criminales, no falta el “piadoso fiel”, que le aconseja que mejor guarde silencio frente a lo que históricamente ya pasó.
¡No faltaba más, la complicidad pecaminosa, como “piedad cristiana!”.
Otra incapacidad social que nos acompaña, es el creer que la violencia se acaba no con anular sus causas, sino a trancazos, que si no hubiera otras maneras humanitarias de acabar con las injusticias.
Hasta la saciedad se nos repite que vivimos en un país democrático y eso es esperanzador, pero lo que desalienta es que el corrupto interpreta la democracia para darle apoyo a sus fechorías.
La democracia para que produzca bienes para el ciudadano, es necesaria su práctica honesta, que no está sólo en conceptos jurídicamente justos, sino en prácticas leales con la democracia.
No va bien la democracia con la voluntad arbitraria de los hombres sino que, la práctica en justicia, produzca la justicia.
No cabe duda que tenemos instrumentos legales para construir la paz, pero la corrupción ha tejido un mazacote podrido, don el injusto cae a la cárcel y sale pronto, limpio como una paloma de la paz y entonces abundan los decires del pueblo al que no le contentan los argumentos de los juristas, contando también con la impaciencia popular que apenas sabe de un delincuente e inmediatamente quiere que ya esté encarcelado o, sin informarse, se afirma que a nadie detienen para juzgarlo.
Hay sobradas razones para suplicarle al pueblo que procure informarse bien porque de lo contrario hará juicios falsos de la justica y hasta la acusará de simuladora, cómplice, vendida o incompetente.
Muchos hechos dolorosos de la Nación, nos dicen que la justicia y la paz es obra de todos.