Tiene razón el senador Ricardo Monreal al asegurar que la reforma eléctrica “será la reina de las discusiones en el Congreso de la Unión”, pues se trata “de la reforma más profunda que se ha planteado en lo que va del sexenio”. En ese contexto, declaraciones como las de Manuel Bartlett (de que “no se va a indemnizar” a los privados); de Paco Ignacio Taibo (“nos los vamos a chingar”); o de los expresidentes del PRI (que si aprueban la reforma es el fin del partido), muy poco ayudan a la construcción de acuerdos.
Decía Peña Nieto que “ningún Presidente se levanta pensando como joder a México”. Si esto es así, entonces López Obrador o está convencido de que su propuesta es benéfica o entonces miente sobre sus causas y consecuencias. No se han argumentado lo suficiente las ventajas del estado de cosas prevaleciente, ni los beneficios de cambiarlo. Posturas maniqueas, maximalistas e irreductibles, lo único que hacen es complicar el diálogo razonado.
Una opinión sensata es la del CEESP, organismo que declaró: “si las reglas fueron injustamente desfavorables para la CFE, se deberían revisar y corregir en vez de cancelar la competencia y todos sus beneficios”. Se debe reconocer también que el hecho de que alguien produzca energía limpia eso no lo autoriza a que la CFE se la tenga que comprar a precio de oro; o, que por no hacerlo, se deban cancelar todos los contratos.
Es muy difícil que la iniciativa sea aprobada en los términos que fue enviada, como también lo es que el estado de cosas siga prevaleciendo. No se puede calificar como leoninos los contratos con los privados para producir energía, y no decir nada del Contrato Colectivo de Trabajo que redujo de 65 a 55 años la edad para jubilarse y de 30 a 25 el número de años trabajados, provocando una carga para el erario público superior a los 50 mil millones de pesos el año entrante.
Como con la reforma se juega también la credibilidad de la política anticorrupción, se debe reconocer que tan corrupto sería este como los otros contratos. Empero, tengo mis dudas de que para cambiar los contratos se tenga que modificar la Constitución. Eso también es maximalismo (como matar una mosca de un cañonazo) o aprovechar el viaje con otros objetivos.
Javier Hurtado