Política

'¿El ocaso de los ídolos?'

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  • '¿El ocaso de los ídolos?'
  • Javier García Bejos

El 2 de Junio de 1953, Elizabeth II fue coronada como monarca del Reino Unido a la edad de 27 años, esto tras la intempestiva muerte de su padre, el rey Jorge VI, quien se vio obligado a suceder en el trono a su hermano, Eduardo VIII, cuyo espíritu libre prefirió hacer caso omiso de las convenciones de la Casa de Windsor y terminó por abdicar.

Habían pasado apenas 8 años desde del fin de la II Guerra Mundial en la que Winston Churchill, (mentor de la nueva monarca de su país) y Frankinl D. Roosevelt fueron los paladines del “mundo libre” que derrotaron al “eje del mal” para instaurar la paz, la libertad y la democracia.

Fue ese mundo de años dorados para Occidente en el que le tocó iniciar su reinado a una de las monarcas más longevas de la historia.

El 6 de mayo de 2023, 70 años después, el primogénito de Isabel II ha sido coronado monarca del Reino Unido y las circunstancias bajo las cuales llega al trono no podían ser más disímiles que las de su madre.

Sin ánimo de caer en comparaciones tediosas, lo que me interesa de estos dos acontecimientos, y más allá de la discusión sobre lo obsoleta o anacrónica que pueda resultar para muchas la existencia de la monarquía en pleno siglo XXI, me gustaría detenerme en el escenario que los cobijó a cada uno: madre e hijo.

Por un lado, Elizabeth tuvo de mentor, guía y aliado al político británico más prominente de la época, hablo por supuesto de Winston Churchill, que si bien ya iba en declive como primer ministro, aún conservaba liderazgo, poder y autoridad. El contexto social era diametralmente opuesto y si bien el Reino Unido no gozaba de la mejor salud económica en aquel momento, su situación no era en nada comparable con el desastre actual que vive ese país.

En aquella época los medios de comunicación masiva apenas empezaban a cobrar relevancia en la vida de las personas y de las naciones, sin embargo, la ceremonia de coronación de Elizabeth II fue la primera de la monarquía británica en ser televisada y no fue el único acercamiento que la soberana tuvo con los medios durante su reinado: el deseo de difundir una imagen más humana y cercana a la gente de la monarca británica, se volvería con el tiempo en un auténtico dolor de cabeza para la Familia real, ya que una vez que se le permitió a la prensa dar un vistazo a la intimidad de los reyes, la fijación por lo que ocurría tras los muros de Buckingham se intensificó con los años.

Hablemos ahora de su primogénito que recién acaba de recibir la corona, en una ceremonia llena de pompa, invitados de todo el mundo y eventos de lujo mientras su país atraviesa por una de las peores crisis económicas y políticas de las últimas décadas. Aquí el papel de la monarquía pareciera ser el del opio del pueblo británico que lleva más de tres años padeciendo un Brexit que les ha traído más problemas que las supuestas soluciones que iba a brindar.

A Carlos III le toca recibir la corona en un país convulso y sin liderazgos. El actual primer ministro, Rishi Sunak ¿quién? Ha sido incapaz de palear la crisis que vive su país, que distanciado de Europa apenas si tiene cabeza para tratar fallidamente de resolver sus problemas domésticos por lo que ha brillado por su ausencia en el conflicto entre Rusia y Ucrania, que tiene a Europa en vilo. Es decir, al otrora duque de Windsor no le tocará mentor y al final del día no es muy probable que lo necesite, su tardía llegada al trono y la actual situación del imperio que reina, peor que la que le tocó a su madre, tampoco le dan mucho margen de maniobra.

Y es que con un pasado como el suyo a cuestas, integrante de un familia que vive ante el escrutinio público como ninguna otra, en un mundo de profundos cambios sociales, de malestar y desigualdad, al nuevo soberano le costará mucho trabajo construir un discurso que le permita justificar, más allá de la increíble aceptación de la que aún goza la monarquía en Reino Unido, el sentido y utilidad de la figura monárquica en un contexto global de profundo cuestionamiento a los privilegios.

Para muchos, hablar de reyes y reinas en pleno siglo XXI es algo poco menos que ofensivo, sin embargo para otros, la monarquía les sigue representando un cuento de hadas inofensivo que funge como bálsamo para el pueblo. Algo así como el fútbol y la religión. Parece ser que los británicos así lo entienden, porque para una buena cantidad de ellos, tener problemas de desabastecimiento en comida y otros artículos de primera necesidad, huelgas, inflación y crisis económica, no justificaría o bien reducir el presupuesto otorgado a la familia real, confiscarles propiedades o de plano, abolir la monarquía. Algo impensable para muchos, dado que se trata de un de los mayores símbolos de su orgullo nacional. Y ese es todo un tema.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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