Como cualquier otro me preparé para la noche de los premios Oscar, con botanas, refrescos, chelas y quiniela de por medio. Mi favorita era El Irlandés no solo por la maestría del gran Martin Scorsese, que da auténticas lecciones de cinematografía, que espero un día le sirvan a Omar Chaparro o a Eugenio Derbez para salir del parvulario fílmico. De hecho, este filme no solo cuenta la increíble y triste historia de lo mafia, los Kennedy y el Jimmy Hoffa desalmado, que es la versión yanqui de Fidel Velázquez, hoyo reencarnado por Lorenzo Córdova en el INE, que ya está peor que la CTM eternizando consejeros. Ya veo a Ciro Murayama como Noé Murayama en La Venganza del resucitado, perpetrado en ese puesto hasta que el coronavirus nos alcance; más cuando a la hora buena, como debe de ser, le van a poner palomita a Vámonos de México o México Libre del matrimonio Zavala, gracias al uso de la última tecnología en materia de fotocopiadoras. Y si no, al tiempo.
Sin embargo, en esta entrega la película más cercana a la realidad mexicana es, sin duda, la koreanísima Parásitos, a la que desde el primer momento sentí muy nuestra (saludos a esos opositores que trabajaron durante sexenios de pulpos chupeteadores), más ahora que nos enteramos que en el gobierno de mi licenciado Peña se gastaron 35 mil mdp en mantener los refrigeradores de las secretarías llenas, por el precio, de chorizo de dragón, brochetas de rinoceronte blanco o patas de dinosaurio tricolor. Claro, hay gente mal pensada que cree que es imposible que se hayan gastado todo ese dinero en tragazón sino que le dieron la vuelta al presupuesto en el viejo y tradicional esquema chayístico de la estafa maestra.
Pensándolo bien, si yo tuviera una fantasía como la de Jojo Rabbit, en vez de tener a Hitler en calidad de amigo invisible, tendría tanta mala suerte que se me aparecería Jelipillo Calderón vestido de la versión aburrida del Joker queriéndome grillar para convencerme que en vez de que se rife el avión presidencial —al que nadie invitó a conocerlo después de tantos esfuerzos que hizo para dejárselo rechinando de limpio a su sucesor— se rife la Estafa de Luz, que por su costo y estética dudosa debe ser un superrefri donde el sexenio pasado guardaban la carne de unicornio gurmet para los pachangones de la Gaviota.
Ojalá Tarantino escribiera un guión llamado Once Upon A Time In Hollywood pero en versión mexicana.
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@jairocalixto