Conocí a Cristina Pacheco en fiestas y reuniones siempre en compañía de José Emilio Pacheco, sonrientes y generosos, sobre todo con los jóvenes de aquellos tiempos a los que siempre nos tendían la mano, nos regalaban un comentario amable y deslumbrante, manteniendo una vocación educativa y de paso con los medios de comunicación. El periodismo nos marcó a muchos, porque rompía muchos moldes, pero sobre todo el periodismo televisivo que era bolado, aburrido, con muy poca gracia, sometido a cortes absolutamente mecánicos, repetitivos y apegados a derecho.
Cristina rompió todos los esquemas, construyó un nuevo modelo de comunicación, de investigación y del periodismo frente a un público que encontraba en ella un oasis frente a la televisión comercial que eran de la soldadesca del PRI.
Cristina, referente de un modelo de comunicación que se sumergía en el México profundo con empatía y sentido crítico.
Yo siempre le hacía el chiste de que un mexicano podía saber si realmente estaba muy amolado, si Cristina Pacheco lo estaba entrevistando.
Grandiosa. La abracé hace un par de años en el Mercado de Coyoacán y fue tan cálida que me conmovió muchísimo. Qué maravilla que aquí nos tocara vivir con Cristina Pacheco.
Si Loret hubiera abrevado en el legado de Cristina Pacheco, no sería el #LordMontajes. Y no estaría chapoteando en la infodemia ni regodeándose en las fake news, contribuyendo al anticomunismo primitivo. En ese sentido, ahí está Loretillo en una entrevista con la señora Gálvez en un duelo de gigantes del montaje fársico como el nuevo dueto PRImpinela de la vistimización, el hambre de sed, la viralización sísmica, en la protagonización de Mentiras, el musical.
Mientras Loret se clava en la textura de la Cuatroté, cuando el siniestro gobernador panista, Diego Sinhue, huye ante los cuestionamientos de la prensa sobre su responsabilidad en los crímenes de Salvatierra, ni lo topa. Ese góber precioso y su fiscal son más inútiles que la muy calderonícola estafa de luz.
Equilibrio informativo, que le llaman.
Solo les faltó a Xóchitl y Carlitos ponerse un pelucón a lo Milei para criticar los cacerolazos que se desataron en Argentina por las medidas draconianas que metió a guamazos. Y luego pasar a celebrar la coherencia neoliberal fanática de Milei, al que abuchean más que a los árbitros americanistas.
Si Pedro Ferriz, Rivapaglicci, Sarmiento y Suckerman hubieran aprendido de Cristina Pacheco, no estarían instalados en el melodrama ranchero voxista.