Contra lo que algunos piensan desde quién sabe qué dudoso resentimiento, pasó lo que era lógico: Robero Deschamps puso pies en polvorosa, en vez de esperar a que lo consignaran ante el juez Delgadillo Padierna para que luego lo dejara salir del tambo como a los 27 personajes del operativo de Peralvillo (es una lástima que Péter Pérez, el detective de la zona, no haya estado para hacer estas acciones conforme a derecho y no con las patas), porque este impartidor de justicia solo sabe mantener en el tambo a Chayito Robles, cosa que tampoco está bien porque la distinguida peñista-meadista podría dar cursos propedéuticos de cómo confeccionar estafas maestras sin morir en el intento.
Digo, era obvio que tan distinguido y probo personaje que por su estilo de vida hacía ver a los jeques del petróleo como gente sencilla del campo, se iba a escapar desde el primer momento en que le negaron que se cuajara de amparos, lo que se espera es que le hubieran puesto marcaje personal para seguir a don Charly a donde se hubiera ido a refugiar con caciquismo sindical de afanado Charrito monta perros.
Hay quien dice que a Robero se le empezó a bajar tanto el azúcar desde aquel día en que apañaron a su bróder y abogado, Juan Collado, pensado que venían por él (pobrecito, no más alcanzó a balbucear aquello “no disparen, soy un bonito charro sindical”), que no es que ande cual charrito en fuga sino que como casi le da un coma diabético se ha de haber ido a buscar un médico brujo para su mal.
O se fue a buscar a Lozoya-Lozoyita para que le dé tips para buscar agujeros donde esconderse y de plano pedirle el teléfono de su abogado, Copelas o Coello Trejo, el rey del amparo. Charly Deschamps también pudo ir a buscar al subjefe Diego para que le explicara cómo le torció el brazo al presidente municipal de Querétaro (por donde casualmente pulula Ricky Ricón Anaya, un mago en la reproducción de las naves industriales) pues de los 900 millones que debía solo pagó 12. Pinchi condonada. La clase de artes que se necesitan para salirte con la tuya.
Igual el petrolero se fue corriendo a Chile a buscar refugio con Sebastián Piñera, ese fervoroso de Pinochet, porque el modelo local sí sabe respetar a la jerarquía y a la plutocracia a chingadazos.
En una de esas, el gran Charly debe estar escondido, por puritita nostalgia, en el Ixtoc 1.
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