Ahora que lo pienso, todo esos numeritos cursis y telenoveleros de Ricardo Anaya conforman un bonito y ejemplar espectáculo de despedida de México para irse a vivir a la tierra prometida de Atlanta. Con sus gracejadas de yotubero en tachas, además del apoyo de cultos y sensibles personajes como Sergio Sarmiento que ha comparado a Ricky Ricón con Nelson Mandela. Ahí nada más le faltó que le cantara “Mandela day” de los Simple minds pero al ritmo de “Anaya day” y que los del PRIANChu hicieran los coros con cara de “déjenme si estoy llorando”.
Sus acérrimos enemigos dicen que Ricardo es de la estirpe de Jeanine Añez, la golpista ex presichenta de Bolivia, que al igual que Chayito Robles se hacía la vístima en el tambo, hasta que las otras reclusas la acusaron de falsaria porque está llena de privilegios y que se sentía como la Bikina.
Pero aunque fuera cierto, no se vale que todos los días le salgan nuevas acusaciones como la del notario que alega que falsificó su firma, hasta del dotor Mit que lo llamó ratero y corrupto, amén de todas las acusaciones por el maiceo prianista de Odebrecht para votar a favor del Atraco peñista de la Reforma energética, esa venta de garage de CFE y Pemex con agronitroenajenados incluidos.
Ni modo que fuera más bravo que el Nini verde.
Yo sí le creo a mi Richard cuando alega su inocencia y probidad no tienen límites, pero hay que reconocer que no ha sabido mantener un bajo perfil y cierta austeridad republicana como suele hacerse en estos casos. Esa vida de pachá en la Atlanta de su corazón de piedra corazón, pues como que te ponen a dudar. En las películas los ladrones de bancos o de compañías petroleras lo primero que hacen es no gastar en grandes mansiones, camionetones ni en livin la vida loca para no llamar la atención, por dios. Como están las cosas, era como para que se hubiera ido a vivir a un departamento de interés social. Quizá de lo único que es culpable es de destruir el prestigio de las flautas de pan con sus berridos.
Como quiera que sea, Anaya resultó más panchero que sus maestros en las artes del engaño, Lozano y el subjefe Diego. Sobre todo ahora que a leguas se ve que no le están surgiendo sus ansioliticos. Si de veras Anaya es el Mandela mexicano, ¿entonces por qué hace lo que nunca habría hecho Mandela, hacerle a la Mamá Campanita? ¿Why, why, why como dicen en Atlanta, rinconcito donde hace su nido los golfos del PAN?
Jairo Calixto Albarrán
