Cultura

Entrevista con un hacker

La mujer ignoraba que alguien, haciéndose pasar por ella, pedía dinero a sus contactos a través de WatsApp, la aplicación de mensajería, hasta que la empleada de un vecino tocó la puerta de su departamento.

—Me manda el patrón…

—¿Sí, diga?

—Dice que usted le están pidiendo diez mil pesos prestados por el WhatsApp, pero le pareció muy raro y por eso me envió a preguntarle…

—¡Noooo!— respondió la señora.

La interfecta quedó atónita y volteó a ver con ojos de plato a su marido, quien había escuchado el diálogo y de inmediato él revisó su aparato telefónico y fue cuando vio que también había recibido un mensaje en el que su propia esposa, supuestamente, le pedía hacerle “favor”, por lo que comenzó la paranoia en toda la familia, sin saber qué hacer, hasta que sus hijos empezaron a comunicarse con amistades y familiares para explicarles la situación para que no cayeran en alguna trampa.

La ama de casa se comunicó a la compañía telefónica, pero le dijeron que no podían hacer nada, pues el servicio de Whats es de otra empresa y le sugirieron hablar a la Secretaría de Seguridad Ciudadana, SSC, y lo hizo de inmediato; después de algunos intentos, una señorita de esa dependencia la atendió y le pidió sus datos, pero no le garantizó que el problema se resolvería pronto, pues la empresa dueña de la aplicación, le dijo, puede tardar “hasta semanas” en solucionarlo, ya que tienen muchas quejas de ese tipo.

Cordial, la empleada de la Unidad de Policía Cibernética, le hizo un largo interrogatorio y le pidió varios datos para el registro de la denuncia.

Durante varios días la preocupación se apoderó de la víctima y su familia, mientras la maquinaria de los criminales continuaba pidiendo dinero a sus contactos, casi todos avisados vía telefónica de que no hicieran caso.

De modo que continuó la movilización familiar por medio de llamadas telefónica para advertir a familiares y amigos que no hicieran caso si les enviaban mensajes pidiéndoles dinero.

Solo durante un año, en 2022, la Policía Cibernética de la SSC, de acuerdo a una información de prensa, atendió a 70 mil 882 ciudadanos y realizó 990 pláticas de prevención “para evitar ser sorprendidos por ciberdelincuentes que pretenden hacer mal uso de los datos personales”.

Entre familiares de la víctima, mientras tanto, cundía el nerviosismo, porque incluso habían llamado al teléfono del guardia de la entrada principal del edificio, quien lo más seguro es que, sin querer, les había proporcionado datos personales de la víctima, incluso la dirección, pues uno de los mensajes decía que había llegado una camioneta con el logotipo de una empresa que traía un paquete, por lo que tenían que salir a recibirlo.

Una experiencia similar, por cierto, han recibido varias personas, pero mediante sus correo electrónico, al que alguien insiste en que ya llegó “el pedido” y deben pasar a recogerlo a la oficina de correos, pero antes deben aportar datos personales, como nombres y números telefónicos.

Es posible que algunas personas caigan en el timo, que se parece a Temu, pues a veces hablan a nombre de esa empresa que solo vende por Internet.

El que no cayó, a pesar de la insistencia de los malosos, fue un amigo de la afectada por el hackeo, quien siempre tuvo la curiosidad de visitar las oficinas de correo para preguntar, pero nunca lo hizo, de modo que ahora era la oportunidad de actuar, aunque lo pensó mucho.

Y se decidió.

—¿Me puedes hacer un favor?— era el mensaje recibido por La aplicación mencionada.

—¿Cuál favor? —suspenso —. Dime qué favor.

—…

—Qué onda, qué pasión.

—Te quería pedir un favor— volvió el delincuente.

—Ya está todo reportado... ¿Me puedes hacer un favor?... Dime, cómo no…Ya vas…Cuál de todos.

—Que— sin acento.

—Todo está listo.

—Para…

—¿Vas a ir?

—Q. Es eso.

—Los claveles.

—No entiendo—tardó en responder—. Que es lo que quieres.

—Todo es muy raro.

—Qué quieres— insistió.

—Entrevistarte.

—¿Y como para que?

—Así es.

—Dime.

—Estoy haciendo un reportaje.

—Ok dime.

—¿Quién eres y a qué te dedicas?

—Soy un hacker. Y mi nombre es Kevin. Y tu.

—¿Y qué tal de va como hacker?

—Oye. La. Verdad muy bien.

—¿No tienes compasión?

—…Tendría que tener compasión si a esto me dedico.

—¿Tienes religión?

—Catolico.

—Pero tienes alma.

—Creo. Claro. Como todos. Pero eso que tiene que ver.

—Pero los católicos son compasivos.

—Si. Pero a eso me dedico. Por qué tendría que tener compasión si esto es lo que hago.

—Pero despelucas a gente inocente. No sigues los pasos de un buen creyente.

—Como te comento a esto me dedico. No es nada personal contra nadie. Pues en realidad no sé si soy un buen creyente o no.

—Entonces tu religión es la ilegalidad, se podría decir.

—Tal vez.

—¿Y tienes familia?

—Claro.

—¿Hijo, esposa, hermanos?

—Si. Solo esposa no.

—¿Y tu familia depende de ti?

—Claro.

—¿Y saben a qué te dedicas?

—No claro que no.

—¿Y no te preguntan de dónde obtienes el dinero?

—Pues saben que tengo un trabajo pero no exactamente cuál es mi trabajo.

—¿Desde cuándo te dedicas a este oficio, si se le puede llamar así?

—Aproximadamente 4 años.

—¿Y cuánto sacas cada día y por dónde te mueves?

—Pues depende si es fin de semana o fin de quincena.

—Trabajas con otros.

—No. Solo.

—¿Y por dónde vives?

—Aquí. En la ciudad de México.

—¿Y tú, en un condominio?

—No, en Iztapalapa.

—A ok. Y a qué te dedicas.

—Adivina.

—Policía.

—No, andas cerca.

—¿Periodista?

—Algo así.

—Ok. Pero también me gustaría saber con quién tengo el gusto y a qué se dedica. Si gustas márcame.

—Perdón, se me apagó el teléfono.

Cinco días después la usuaria recuperó su servicio de WatsApp, pero la preocupación quedó clavada.

Del otro…sepa el diablo.


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Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
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