Cultura

De memorias fragmentadas a memorias compartidas

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 1
De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 1

Gustavo Villegas tenía 9 años de edad en 1985, cuando sucedieron los sismos de aquel doloroso 19 de septiembre en la capital del país, donde las secuelas de terror y muerte se extendían en toda la metrópoli, sobre todo sus zonas céntricas. Entonces todo quedó registrado en la memoria de aquel niño.

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 3
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Gustavo y su familia vivían en el Estado de México, hasta donde sintieron los serpenteos del movimiento telúrico.

Todavía recuerda con claridad cómo sus padres los llevaron a él y a sus hermanos a una zona segura, sin dejar de pensar en familiares que habitaban en el epicentro del terremoto, cuyas imágenes veían por televisión, en especial los edificios colapsados y, sobre todo, la fuerte réplica del 20 de septiembre.

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 2
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Años después, ya en Querétaro, se reunió con Ignacio Padilla para conversar sobre la posibilidad de que escribiera un prólogo y un ensayo para un libro sobre su trabajo, y le compartió su interés en la temática de la destrucción. El escritor le recomendó su libro Arte y Olvido del Terremoto, mismo que el artista leyó de inmediato.

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 4
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“Me resultó sumamente revelador, pues analizaba cómo el arte había funcionado como un canal para hablar del sismo de 1985”, recuerda Villegas.

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 7
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Una de las ideas que más lo marcó fue que, cuando una sociedad no procesa colectivamente sus duelos, “esas heridas resurgen en forma de resentimiento o violencia”, escribe el artista.

Padilla proponía que el arte podía ser un catalizador para sanar. “A partir de esa reflexión nació mi interés en trabajar con las imágenes de los edificios colapsados” con el sismo del 19 de septiembre de 2017, recuerda el artista, quien se había mudado a Querétaro.

Un nuevo impacto, ahora como adulto, le había llegado con las imágenes del desastre que circularon en las redes sociales: fotografías y videos de los edificios desplomados.

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 8
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⁠En 1985 tenía 9 años y el impacto fue desde la mirada e inocencia de un niño; “recuerdo haber visto imágenes por televisión; el movimiento del 19 de septiembre fue de muchísimo asombro, lo mismo la réplica del 20, cuando jugaba con amigos en la calle”.

—¿Y el temblor de 2017?

—En el 2017 lo viví desde la mirada de un hombre de 41 años con todas las implicaciones que eso significa; y el proyecto que estoy trabajando, Memorias Fragmentadas, Memorias Compartidas, está centrado específicamente en los edificios de 2017; creo que lo sucedido en 1985 sembró las semillas que florecieron para poder centrarme en el 2017, plasmándolo en un proyecto pictórico.

“Considero que cada habitante guarda su propia historia, con recuerdos y detalles que forman parte de una memoria colectiva”, comenta Villegas, que ha recibido diversos reconocimientos y ha participado en residencias en Suiza, Estados Unidos e India, entre otros países.

“La muestra está organizada en tres sub series”, explica Villegas, quien estudió diseño gráfico y pintura.

“Memorias fragmentadas, Memorias compartidas” es un proyecto realizado con el apoyo del Sistema Nacional de Creadores de Arte 2023-2025, a través del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales.

Ahora mismo el producto de ese trabajo se presenta en el Museo de la Cancillería, inaugurada hace poco a la par de las obras de 23 artistas que forman parte del programa Pago en especie, un esquema oficial que este año cumple medio siglo de haberse formalizado.

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 9
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Se le pidió al artista Gustavo Villegas, que ahora radica en Querétaro, detalles sobre su obra.

Respondió:

En lugar de los textos originales, he incorporado los testimonios de las personas entrevistadas. Hasta ahora he realizado treinta entrevistas. Una de las piezas de la exposición, consiste en un mapa que señala los edificios colapsados, donde se ubican también los relatos de los sobrevivientes.

Trabajo principalmente con óleo sobre papel y madera, así como óleo sobre acrílico, serigrafía, vinil recortado y técnicas de impresión en offset.

En ellas reproduzco encuadres de periódicos en los que sustituyo las fotografías originales por pinturas realistas basadas en las imágenes que circularon en los medios.

De memorias fragmentadas a memorias compartidas. 10
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Uno de los aspectos más significativos del proyecto ha sido el valor catártico de las entrevistas. Muchas personas me han compartido que el relato de su experiencia les ha permitido procesar lo vivido.

Y algo que a menudo emerge es la solidaridad: La manera en que los habitantes de Ciudad de México se unieron ante la tragedia. Desde ofrecer un vaso de agua a los transeúntes, hasta dar aventones, comida, o prestar un cargador para el celular; cada gesto representó un acto de ayuda. La ciudad colapsó, pero al mismo tiempo se transformó en un espacio de fraternidad.

Los testimonios destacan la organización espontánea de rescatistas y voluntarios, que también consiguieron víveres y materiales indispensables.

Esa empatía y capacidad de unión del pueblo mexicano se ha convertido en una de las dimensiones más valiosas de este proyecto.

Al principio pensé que los relatos acompañarían a mi pintura; sin embargo, con el tiempo me he dado cuenta de que ha sucedido lo contrario. La fuerza y el valor de estas historias son tales, que ahora es mi pintura la que acompaña a la memoria de quienes vivieron el sismo.

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En su obra, Gustavo Villegas trazó un mapa de las zonas afectadas durante los sismos; también simboliza planas de diarios que publicaron las noticias y fotografías de la destrucción, además de testimonios que plasmó en hojas de papel con amplio formato para regalar a visitantes que visiten la exposición.

Y de la exposición Memorias fragmentadas, Memorias compartidas, nos trasladamos a la amplia sala de la planta baja que reúne obras cuyos autores ingresaron al programa Pago en especie.

—¿En qué consiste el pago en especie?— se le pregunta a Miguel Casco, subdirector del Museo de la Cancillería

—Es un programa del Servicio de Administración Tributaria en el cual quienes nos dedicamos a las artes plásticas podemos contribuir con los impuestos derivados de la venta de obra.

—Y qué tenemos en esta sala.

—En esta sala hay 23 artistas que contribuyen con diferentes técnicas. Hay desde grabados, desde intervención con acuarela, al óleo, esculturas, textiles.

Las exposiciones estarán hasta el 17 de octubre en República del Salvador número 47, domicilio del Museo de la cancillería, en el antiguo templo de San Felipe Neri, un edificio con más de 300 años de antigüedad, que, por cierto, ha resistido los embates de terremotos con sus gruesos muros de tezontle y cantera.

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Humberto Ríos Navarrete
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