La muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía estadounidense, ha abierto heridas históricas que tienen que ver con el racismo y la discriminación. Y que curiosamente lejos de ir sanando con los días, su toxicidad ha ido incrementando la indignación y el resentimiento. ¿Será que todo lo que hemos vivido este 2020 nos ha dejado la piel más sensible? ¿O será que simplemente llegó la gota que derramó el vaso y que nos hizo gritar “¡ya basta!”?
Cadenas de televisión han cancelado de su programación ciertas películas, que a pesar de ser grandes clásicos del cine, las han considerado discriminatorias. Estaciones de radio que sacan de su programación ciertas canciones por la misma razón; y hasta obras de arte que están siendo señaladas. Y en nuestro país en los últimos días han sido la comedia y la sátira puestas bajo el reflector tras un foro realizado por la plataforma “Racismo_mx”- al cancelar Conapred el que había inicialmente organizado- en donde el título fue “El racismo no es un chiste”.
El debate entre el Comediante Chumel Torres y el actor Tenoch Huerta nos da pretexto para reflexionar en lo delgada que es la línea que divide la libertad de expresión y el libertinaje; y la enorme responsabilidad que tenemos todos aquellos que tenemos la oportunidad de hacernos escuchar en cualquier tipo de foro. Quizás haya quien piense como el escritor Carlos Monsiváis quien decía "El libertinaje es la libertad regañada por la moral tradicional" y consideren “muy moralistas” o “exageradamente sensibles” a quienes se ofenden por hacer menos o denigrar a un sector de la población para hacer reír a otros. O quizás hemos sobreestimado tanto a la libertad de expresión que la enarbolamos con fuerza como nuestro legítimo derecho y sin la menor responsabilidad dañamos a terceros sin importar las consecuencias.
¿Se vale que me ría de alguien porque está gordo, porque es moreno o por su preferencia sexual? ¿Así es nuestra cultura - la “picardía mexicana”- y no hay cómo cambiarla? ¿Es muy difícil hacer reír de otra manera o son tan grandes nuestras inseguridades que nos gusta reírnos de los defectos de los otros para olvidar los propios? En fin, las preguntas están ahí y sólo tú, amable lector, tendrás la respuesta apropiada. Pero antes de contestarlas sería buena idea ponerse por un momento en los zapatos del otro… O a ti ¿qué te dice el espejo?