Política

Libertad con sabor amargo

Todos hemos transitado por un largo y duro camino a través del cual la incertidumbre y la angustia se han visto por partida doble de una misma moneda. Por un lado, la necesidad de querer salir ante una adelgazada cartera que requiere de una transfusión urgente. Pero por el otro lado, un silente enemigo que nos amenaza con acabar con nuestra vida y quien planea quedarse de manera permanente entre nosotros; pues los especialistas aseguran que aunque se tuviera ya la vacuna, esta podría ser efectiva un par de años pues el virus tras permitirnos dominarle, regresará al puritito estilo Matrix: “CovidReloaded”.

Tal situación, ha hecho que muchos nos sintamos como aquel preso que no sabe si brincar de gusto o de miedo cuando le abren las puertas de la prisión. A esta condición los psicólogos la catalogan como “el Síndrome de la Cabaña”. Pero no se espante, que no es una enfermedad. Que sea un “síndrome” no significa que sea un problema mental, sino simplemente un conjunto de síntomas y reacciones que se presentan después de haber vivido determinado evento, lo cual es completamente normal e irá desapareciendo en la medida que nos sintamos seguros en nuestro ambiente de trabajo y con los cuidados que tomemos para protegernos.

Sin embargo, lo verdaderamente triste será esa sensación de “libertad condicional” con la que viviremos en la llamada “nueva normalidad”; en donde en lugar de brazalete electrónico tendremos un cubrebocas y careta que nos recuerden que estamos fuera pero que no somos tan libres como quisiéramos. Cientos de años le tomó a la humanidad alcanzar las libertades individuales y colectivas que nos permitieron tomar decisiones sobre nosotros mismos y sobre nuestro país… sobre qué hacer o a dónde ir. Y ahora, aunque sin haberla perdido tiene un sabor amargo, como quien quiere correr pero trae puesto el freno de mano.

Lo que sí es un hecho es que nuestra economía nos obliga a tener que experimentar esa libertad a medias por la urgente necesidad de tratar de levantar un barco al que se le mete el agua. En dónde además, sin importar qué tan duro rememos o qué tan eficientes seamos para sacarle el agua, viviremos con la amenaza de que pudiera caer otra tormenta que nos obligue a bajar las velas y anclarnos de nuevo. Atrás quedaron los calendarios y los planes llenos de expectativas. Viviremos atentos a lo que diga un semáforo y una curva.

Sin embargo, pese a lo turbulento que pudiera parecer el camino, hay algo que nunca nos pueden quitar; pues no usa cubrebocas y ningún encierro la limita. Se llama esperanza. A ella por favor, defiéndela por sobre todas las cosas, pues la esperanza es lo único más fuerte que el miedo. Y a ti ¿qué te dice el espejo?

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Gina Serrano
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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