Política

Por qué escribía Saramago

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Gamés encontró el libro: En 1919, Louis Aragon, André Breton y Philipe Soupault, directores de la revista francesa Littérature, tuvieron la idea de convocar a sus colaboradores para que contestaran la pregunta: ¿Por qué escribe usted? En 2001 Ediciones y talleres de escritura creativa Fuentetaja retomó la idea y publicó ¿Por qué escribe usted? Más de doscientos escritores de todo el mundo respondieron, uno de ellos, Saramago.

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Hace unos veinte años –era ya cuadragenario y estaba sumido en una crisis que no me atrevería a llamar existencial por miedo a una palabra tan grave–, escribí un poema en el que se leían estos versos: “el que se calla como yo me he callado / no podrá morir sin haberlo dicho todo”. La amenaza era clara y pasé a los hechos; después, he publicado diecisiete libros. La respuesta que me gustaría dar a por qué escribo es muy simple: porque permanecí mudo durante mucho tiempo. Nada más. En cuanto a la esperanza de ser capaz de decirlo todo, la he ido perdiendo poco a poco en cada libro, y finalmente, he comprendido que esta ambición, además de ser humanamente imposible, es también socialmente indeseable. Me limito a decir lo que puedo. Sin embargo, esta promesa, situada sobre el umbral de una obra que cuenta con algunos miles de páginas, continúa obsesionándome. 

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Me gusta pensar que escribo para hacer retroceder a la muerte, para dilatar el espacio de la vida, algo que, evidentemente, no es original. Pero añadiría que este movimiento se ejerce en mi caso en dos direcciones opuestas: hacia el pasado y hacia el futuro. Voy a intentar explicarme. Sabemos que los libros que uno escribe aspiran a durar en el tiempo, son candidatos a una cierta forma de inmortalidad, sea cual sea su significación. Siempre ha sido así, sean cuales sean las lecciones de modestia y humildad que el tiempo nos dé. Queremos extender el espacio natural de la vida por medio del artificio de la obra, queremos, como los demiurgos, poblar el mundo futuro de seres que han nacido de nuestro mundo, de seres no de hueso ni de carne, sino de papel, o más exactamente, puesto que el soporte clásico ha dejado de ser indispensable, de palabras. En suma, no queremos morir, pero este autor, el que escribe estas líneas, va más lejos en su presunción: quiere entrar también en el pasado, en cierta manera, corregirlo, y más ambiciosamente aún, completarlo. De un pasado declarado muerto, él quisiera hacer un pasado vivo, hasta el punto de que pudiera ser modificada la relación del hombre con el tiempo, con todo el tiempo, alcanzar un grado de comprensión histórica global que unificaría pasado, presente y futuro, como una amplia curva trazada sobre una tela, continua, ininterrumpida y ofrecida toda ella a la mirada.

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Probablemente, una tarea tan ardua convendría más a un filósofo que a un novelista. Ahora bien, como para ser filósofo me falta todo, no puedo sino ser novelista. Tengo que añadir: novelista portugués en el Portugal de este fin de siglo, tras cincuenta años de un régimen represivo y oscurantista. Diría que por el momento no tengo tiempo de ser europeo. Las novelas que escribo, las que espero escribir, pertenecerán a esta tierra, a estas raíces. Me gustaría dar la vuelta a las capas profundas de nuestro ser colectivo, traer a la superficie lo que está oculto, expresar lo que somos a escondidas, y para llegar a esta dimensión, utilizar una lengua que convierta en un cuerpo inseparable al autor y al lector, al narrador y al narratario, la ficción y la historia.

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Sí, la ficción y la historia, pero no la novela histórica. Quiero decir que ha llegado el momento de escribir la historia de Portugal para escribir la historia de los portugueses, y que la novela puede ser el primer trazo del primer capítulo de esta nueva historia. Es una banalidad decir que fuera de la historia no hay nada. Quizá fuera de la ficción no haya gran cosa.

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Como todos los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero trae la charola que soporta el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular las frases de Joseph Joubert por el mantel tan blanco: “Cuando se escribe con facilidad, se cree tener más talento del que se tiene”. 

Gil s’en va


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Gil Gamés
  • Gil Gamés
  • [email protected]
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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