Gil lo leyó en su periódico Reforma con el alma en los pies y los pies en el alma. En la reunión cumbre del G20, el presidente Peña afirmó que su encuentro con Donald Trump “ocurrió en un intento por ‘moderar’ la posición del magnate sobre la agresión a los mexicanos”. Moderar a la bestia, Gilga no había pensado que ése fuera uno de los motivos de la infausta visita de Trump a México: “Para México es legítimo procurar un espacio para precisamente puntualizar cuál es el papel que tiene México en la relación con Estados Unidos. Lo estratégica que es nuestra alianza para ambas naciones y que eso permita moderar eventualmente y obtener una mayor información en el posicionamiento que guarden los candidatos de nuestro país”. Pues la procuración del espacio para precisamente puntualizar el papel de México ha resultado ser una de las decisiones que más han indignado a la sociedad mexicana, una rara flor de la unanimidad contra la invitación del político que ha insultado, amenazado, difamado, injuriado a México. Gil hace memoria y no recuerda una decisión presidencial impugnada de esta forma en los años recientes. Una decisión que favorece al difamador y ofende a los difamados.
Jesús Silva Herzog-Márquez ha escrito en su periódico Reforma uno de los artículos más críticos que Gilga haya leído en la prensa reciente sobre los desatinos del Presidente, una pieza escrita por un hombre inteligente irritado, ofendido. No es para menos, se trata, como lo ha calificado Jorge Castañeda, de un error histórico. Recuerden: cuando todo sale mal, todo puede resultar peor.
Informe
Y por si todo esto fuera poco, el Presidente se reunió con algunos jóvenes para contarles algo, informarles de nada y hacer un Informe de gobierno muy raro. ¿Alguien entendió? A ellos les contó dónde estudió, cómo se recibió de abogado y cómo en sus clases de redacción no le enseñaron a citar, se llamaban bandos, y poner notas a pie de página, incluso nadie le dijo al joven Peña que la paráfrasis se puede utilizar siempre y cuando aparezca el nombre del autor: como diría Perengano y ¡zas!, usted se tira un rollo que no es de usted, sino de Perengano, pero lo ha citado y se convierte así en una parrafada larga, pero con referencia, en fon. Ciertamente en esa época no existían las computadoras, ni el internet, ni nada de nada, solo los libros, esos instrumentos estrafalarios, insólitos, inauditos, insospechables, inmaculados.
Así las casas (muletilla patrocinada por Grupo Higa), el Presidente quiso controlar a la bestia y reunirse con jóvenes críticos. Los resultados saltan a la vista (ante la vista, los resultados siempre saltan. Los resultados son un poco como perros que saltan). No es un deseo, pero el nivel de aprobación del presidente Peña probablemente descenderá al sótano en el cual ya hacía sus comidas y cenas. Los invito al sótano de mi acuerdo presidencial: entre 23 y 28%. Que la boca se le haga chicharrón a Gilga, pero el asunto podría ponerse feo y las galas de la Presidencia podrían ocurrir en el S3, sótano 3.
Exterior
Dirán que Gil es descortés, obsesivo, inverecundo, insaculado, inusual, pero en estos días de adversidades se ha preguntado varias veces si México tiene una secretaria de Relaciones Exteriores. Sepa la bola: viene Trump y la señora Ruiz Massieu está en Wisconsin; el presidente Peña habla con la primer ministra de Reino Unido para expresarle su interés en un tratado de libre comercio, y la canciller brilla por su ausencia; el Presidente afirma que acordó con los chinos acuerdos por 50 mil dólares y la secretaria ni sus luces.
Gamés recuerda cancilleres a los cuales se les permitía intervenir en los asuntos internacionales, y no se referirá a Melchor Ocampo, o a Ignacio L. Vallarta; eran hombres y algunas mujeres conocedores de los equilibrios del mundo que jamás habrían aprobado la llegada de trompo Trump a México. Gilga no será abusivo y no mencionará aquí a Genaro Estrada, secretario de Ortiz Rubio, o a Ezequiel Padilla de Ávila Camacho; Gamés habla de sus viejos tiempos, de esa famosa política exterior en el mundo por sus posiciones pensadas y repensadas con un programa: digamos Emilio Rabasa, Santiago Roel, Jorge Castañeda, padre; Manuel Tello, Bernardo Sepúlveda, Rosario Green, Jorge Castañeda. En fon. ¿Qué haremos sin una política exterior? Nada, morirnos de vergüenza y hacer el papelón en el mundo. No somos nada, y lo que éramos lo destruimos a hachazos.
La frase de Aristóteles vino en ayuda de Gamés: El hombre solitario es una bestia o un Dios.
Gil s’en va