Gamés ya perdió la cuenta, ¿cuántos senadores perredistas quedan en ese partido?, porque como los perritos ya no más les quedan seis, ¿o cuántos? El PRD se cae a pedazos desde hace muchos pedazos. Hace tiempo, Gilga le preguntó al tiempo y a su corazón simple: ¿cuándo se pudrió el PRD?, y se respondió: ¿Desde el cacicazgo de Cuauhtémoc? Porque es verdad que ahora parece sensato el ingeniero, pero no se movía una hoja del árbol de ese partido sin su autorización. El ingeniero era de una verticalidad soviética.
¿O es verdad que el perredismo avanzó al abismo cuando decidió que el tribuno Muñoz Ledo lo dirigiera? El inefable militante de todos los partidos, empleado de todos los presidentes desde Guadalupe Victoria, porque Porfirio tiene 186 años, ¿cierto?, desdibujó al partido con esa retórica del medio siglo. Ah, cuántas veces oyó Gamés esta frase estrambótica: Porfirio es cultísimo.
¿O todo se perdió para ese partido de izquierda cuando Liópez lo desdirigió de 1996 a 1999? Cuando lo despojó de un solo concepto, cuando lo desnudó y lo instaló en la intemperie de su fiera autoridad.
Por cierto, casi nadie puede recordar a Amalia García como presidenta del PRD, pero la verdad es que las elecciones internas perredistas ocurridas durante su periodo fueron como unas elecciones priistas organizadas por el profesor Olivares Santana, pero sucias.
Quizás el abismo devoró al PRD por el amor contrariado, diría el clásico, de Rosario y Carlos y algunas de las pequeñas deudas en las que hundieron al partido como en arenas movedizas. De Leonel Godoy que hable mejor su hermano narco que tal vez esté jugando dominó con Muñoz Rocha, Javier Duarte y César Duarte.
De Ortega y Zambrano, qué decir, nada, salvo que se acabaron dos estados de la República de principio a fin y le dieron duro a la matraca cuando el partido era suyo; refrésquenle la memoria a Gamés: ¿quiénes gobernaron Guerrero y Michoacán? Probablemente muy pronto diremos lo mismo de Morelos y de Graco. Ya en serio: admitan que no saben gobernar, solo desgobernar. El PRD se pudrió, y el que lo despudra será un gran despudridor.
Escondite
El diputado suplente del PRI Tony Tarín García se preguntaba: vienen por mí con una orden de aprehensión, ¿dónde me esconderé? El diputado Tarín es corto de entendederas, pero no lo suficiente para ignorar que el Palacio Legislativo es un lugar natural para ocultar ladrones perseguidos por la ley. Y así lo hizo Tarín, acusado del desvío de 300 millones de pesos en el gobierno de Cesardú en Chihuahua. Tarín caminaba por los pasillos, subía y bajaba escaleras, entraba y salía de oficinas. Tarín desayunó, comió y cenó en su hotel, perdón en el Palacio Legislativo. Tarín se proponía rendir protesta como diputado federal. A la mañana siguiente, Tarín vio llegar a su abogada con un sobre amarillo y su amparo. Dirán lo que quieran, pero desde hace años el fuero sirve solo para proteger pillos, no debería existir. O bien, que el Palacio Legislativo se convierta en un hotel: me da la habitación del diputado mengano, dicen que es una suite de primera. Sí, cueste lo que cueste. Vamos bien.
Centinelas
Un grupo de jóvenes medio ricos y medio tontos va y viene por plazas comerciales y tiendas del sur de la ciudad golpeando a otros jóvenes por el simple placer de hacer la gresca y abusar. Según los videos, Gil ha notado que son montoneros, siempre dos contra uno. Gamés propone desde esta página del directorio que antes de que la ley indique cuál es la falta de los jóvenes agresivos, a Los Centinelas, uyy qué mello, los llevemos a un encuentro con unos carnales de Tepito, unos weyes acá, serios, y bien chacas. Y ¡prau! ¡moles! ¿Querían madrazos? Duro con ellos. Luego, ya puestos como unos santocristos por los verdaderamente trompos, Los Centinelas deben pagar por sus faltas. La lectora y el lector ¿están de acuerdo con Gamés, sí o no? Ah, ya oye Gil comentarios: no a la violencia. Nada, unos madrazos a los niños tontos y luego al tambo. Y de paso, los papás de los niños al psicólogo.
Sí, los viernes, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras los camareros se acercan con la bandeja que sostiene el Glenfiddich 15, Gamés pondrá a circular la máxima de Mark Twain por el mantel tan blanco: Honestidad: la mejor de todas las artes perdidas.