Política

Diario de Moscú

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Gil cerraba la semana y un azar le entregó un libro: Diario de Moscú, de Walter Benjamin, publicado por ediciones Godot en el año 2015. Los días y las horas registrados en este diario cuentan la necesidad de Benjamin de viajar a Moscú en el año de 1926 para decidir si se integraría o no al Partido Comunista Alemán. El tiempo que ocupa estas páginas va del 6 de diciembre de 1926 al 1 de febrero de 1927. Gilga ha leído a Walter Benjamin (1892-1940) desde hace años: los ensayos reunidos en español bajo el título de Iluminaciones le enseñaron a leer de otro modo a Baudelaire y a Proust. Su gran obra inconclusa París, capital del siglo XIX es uno de los grandes libros franceses escrito por un alemán.

Los otros dos personajes de este diario:

Asja Lacis (1891-1979) fue una actriz letona, directora de teatro. Benjamin la conoció en Capri durante el año de 1924. Lacis publicó selecciones de las obras de Benjamin, Brecht y Meyerhold. Después de publicar un libro de teatro revolucionario alemán fue internada en un hospital durante 15 años, hasta la muerte de Stalin. Benjamin la amó y no precisamente en la oscuridad.

Bernhard Reich (1894-1972) fue dramaturgo, director y crítico, compañero de vida de Asja Lacis. De origen austriaco, se nacionalizó soviético a mediados de los años 20. Escribió una monografía de Brecht y sus memorias en 1970.

Ahora leamos dos o tres fragmentos del diario de Benjamin, el hombre de Saturno, el planeta de la melancolía, y de los miopes que deben acercar a sus ojos los objetos para envolverlos con la mirada (aigoeei, lo que se llama la poetry).

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Por la mañana vino a verme Asja. Le hice regalos, le mostré fugazmente el ejemplar de mi libro con la dedicatoria [“Esta calle se llama Calle de Asja Lacis, en honor a la ingeniera que trazó dicha calle en la mente del autor.”] y le dejé la cubierta del libro que había diseñado Stone. Asja se mostró muy feliz al respecto. Más tarde llegó Reich, y juntos fuimos al banco estatal para cambiar mi plata a moneda local.

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Llegando la noche, Reich y Asja tuvieron la intención de venir a visitarme, pero finalmente Asja vino sola. Le tenía preparados algunos regalos: una blusa, unas medias. Conversamos, y me di cuenta de que ella es capaz de recordar cualquier detalle que nos involucre a ambos. (Esa tarde, ella me había dicho que pensaba que yo en realidad estaba bien, que no era cierto que me encontrara en medio de una crisis personal.) Antes de que se fuera, le leí una parte de Calle de sentido único que habla sobre las arrugas.

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Uno no conoce un lugar hasta no haberlo vivido desde el mayor número posible de dimensiones. Para sentir un sitio como propio hay que haber entrado en él desde los cuatro puntos cardinales, e incluso haberlo abandonado en esas mismas direcciones.

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Estaba escribiendo el diario y ya no creía que Asja fuera a venir. Fue entonces que llamó a la puerta. Ni bien entró, intenté besarla. Como de costumbre, no lo logré. Saqué la postal que había empezado a escribirle a Bloch y se la di para que le agregara unas palabras. Nuevo intento en vano de darle un beso. Leí lo que había escrito. A su pregunta respondí: “Mejor que cuando me escribes a mí”. Y ante tal “impertinencia”, por fin me besó e incluso me abrazó al hacerlo.

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Parece que el tuteo va ganando terreno entre nosotros, y su mirada, cuando me mira largo rato —no recuerdo que ninguna mujer me haya concedido nunca unas miradas y unos besos tan largos—, no ha perdido ni un ápice de su fuerza sobre mí. Hoy le he dicho que ahora me gustaría tener un hijo con ella. Algunos gestos, raros pero espontáneos y no carentes de importancia, si se tiene en cuenta el dominio que ella se impone ahora en asuntos eróticos, me dice que le gusto.

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Como todos los viernes verdes de pandemia, Gil toma la copa con amigos verdaderos. Mientras el mesero trae la charola que sostiene el Glenfiddich 15, Gil pondrá a circular por el mantel tan blanco las frases de Nietzsche: “La esperanza es, en verdad, el peor de los males, porque prolonga las torturas de los hombres”. 

Gil s’en va

Gil Gamés

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  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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