Política

Carl Sagan y Paul Broca

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Gil acusaba fatiga de metal. Cerraba la semana vacunado, cansado, meditabundo. Un libro cayó en sus manos: El cerebro de Broca, publicado en el año de 2012 por la editorial Paidós. El autor, Carl Sagan. Usted recordará Cosmos, la obra más conocida de Sagan. El capítulo que abre el libro cuenta una visita que el científico hizo a el Musée de l’Homme. Mientras iba y venía entre recipientes con restos antropológicos conservados en formol, Sagan tuvo en sus manos en un frasco el cerebro de Paul Broca. Escuche algunos momentos de esta breve historia alucinante:

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Tomé el recipiente del anaquel y lo examine de cerca. En la etiqueta podía leerse P. Broca. Tenía en mis manos el cerebro de Broca.

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Paul Broca fue cirujano, neurólogo y antropólogo, una de las figuras más prominentes de la medicina y la antropología del siglo pasado. Realizó importantes trabajos en el estudio de la patología cancerosa y en el tratamiento de los aneurismas, así como una contribución esencial a la comprensión de los orígenes de la afasia, nombre con que se designa todo menoscabo de la habilidad para articular ideas. Broca fue un hombre brillante y apasionado, con una ferviente dedicación al tratamiento médico de las capas sociales más pobres. Hacia el final de su vida fue nombrado senador.

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Muchos años antes, Broca había tenido enormes dificultades para crear en Francia una asociación dedicada al estudio de la antropología. El ministro de Instrucción Pública y el prefecto de policía albergaban la creencia de que la antropología podía ser, como todo intento encaminado a profundizar en el conocimiento de los seres humanos, innatamente subversiva para los intereses del Estado.

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Paul Broca falleció en 1880, a causa de un tipo de aneurisma muy similar al que tan brillantemente había estudiado. Cuando le sorprendió la muerte estaba trabajando en un minucioso estudio de la anatomía cerebral. Broca fundó las primeras sociedades profesionales, escuelas de investigación y revistas científicas de la antropología francesa moderna. Los especímenes de su laboratorio personal fueron incorporados al que durante años recibiría el nombre de Musée Broca. Posteriormente pasarían a integrarse en el más amplio Musée de l’Homme.

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Fue el propio Broca, cuyo cerebro tenía yo ahora en mis manos, quien creó la macabra colección que había estado contemplando. Habían sido objeto de su estudio embriones y monos, gentes de todas las razas, midiéndolo todo enloquecidamente en un supremo esfuerzo por comprender la naturaleza profunda del ser humano. Y a pesar del aspecto presente de la colección y de mis recelos, no fue, al menos de acuerdo con los patrones de su tiempo,  más patriotero o más racista que otros y ciertamente no ofreció un apoyo incondicional al racismo con sus teorías y menos aún con sus actos.

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Broca fue un extraordinario anatomista cerebral y efectuó importantes investigaciones sobre la región límbica, conocida inicialmente con el nombre de rinencéfalo (el “cerebro olfativo”), zona que como sabemos hoy en día se halla estrechamente vinculada con las emociones humanas. Pero quizá su trabajo más celebrado en nuestros días sea el descubrimiento de una pequeña región ubicada en la tercera circunvolución del lóbulo frontal izquierdo de la corteza cerebral, la que en honor de su descubridor denominamos hoy área de Broca. […] El área de Broca fue uno de los primeros descubrimientos que puso de manifiesto la separación de funciones existentes entre ambos hemisferios cerebrales. Y algo aún más importante, fue una de las primeras pruebas sólidas de la existencia de funciones cerebrales específicas localizadas en zonas muy precisas del cerebro, de que existe una conexión entre la anatomía cerebral y sus diferentes actividades concretas, actividades que a veces suelen calificarse como“mentales”.

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Ahí estaba, flotando ante mis ojos, nadando a trozos en un mar de formalina, el cerebro de Broca. Podía observar la región límbica que Broca había estudiado en otros, las circunvoluciones del neocórtex, incluso el lóbulo frontal izquierdo de color gris blancuzco, donde tiene su asiento el área que toma su nombre de su descubridor, pudriéndose inadvertidamente en un triste rincón de la colección que iniciara el propio Broca.

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Todo es muy raro, caracho, como diría Carl Sagan: “La ciencia es mucho más una determinada manera de pensar que un cuerpo de conocimientos”.

(Gil tomará unas inmerecidas vacaciones y volverá a esta pagina del fondo el lunes 3 de enero del 2022). 

Gil s’en va

Gil  Gamés

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  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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