Qué lamentable que se haya normalizado la falta de consideración hacia los demás. Que se perciba como normal el no tener la gentileza para avisar con tiempo, que no llegaremos a una cita. Un signo de carencia de empatía y sensibilidad, es la falta de respeto hacia el tiempo de la gente.
La generación de los abuelos, creció dándole un valor prioritario y muy poderoso a la palabra empeñada. Quedar mal era impensable. Y si por causa de fuerza mayor no se podía cumplir con una cita, de inmediato la disculpa no se hacía esperar y se buscaba la manera de congraciarse con la otra persona.
Se dice que muchos jóvenes de estas generaciones se caracterizan por su dificultad para decir gracias. Para pedir las cosas de favor. Incluso para saludar. No sólo ocurre con muchos jóvenes. Ocurre también con los adultos de menos de 60 años. Algo pasó en esa brecha generacional en que el detrimento de los valores, la irresponsabilidad emocional, la incapacidad y el desinterés por disculparse, simplemente se dan por sentado.
Parecieran detalles muy sencillos; pero del respeto, la consideración y la cortesía, están formadas las relaciones exitosas. Muchos padres de familia se quejan en mi consultorio de psicoterapia, de los feos modos que tienen sus hijos: voltear los ojos en blanco cuando les dan indicaciones, contestar de manera prepotente, estar en el celular durante las comidas, etc. Pero no tienen empacho en dejar botada una cita sin aviso. En empalmar compromisos. En no tomarse la molestia de anotar las citas en una agenda o poner una alarma. Simplemente dejan pasar la fecha de la terapia y su única excusa es que “se les olvidó” o que “anduvieron muy ocupados”. ¿No es una contradicción? Llevan a sus hijos a terapia para que mejoren sus hábitos pero ellos se permiten ser unos padres irresponsables e irrespetuosos. Un alumno grosero con sus profesores, no llego así a la sala de partos. Fue un grave descuido de la crianza familiar. Nuestros hijos están más al pendiente de lo que nos miran hacer, que de nuestros sermones. Sin duda la indiferencia, y la falta de consideración, son de las cosas que menos necesitamos en esta sociedad ya bastante lastimada. Feos modos de veras.