Cultura

Venus tras los huesos de obsidiana (1)

  • 30-30
  • Venus tras los huesos de obsidiana (1)
  • Fernando Fabio Sánchez

Quetzalcóatl y Xólotl son aspectos de una misma entidad: la fase matutina y la vespertina del planeta Venus. 

De los dos, el dios perro sería el agente que realiza las labores en la oscuridad, tal como lo vimos la semana pasada.

De acuerdo con el Códice Chimalpopoca, obra escrita en náhuatl con caracteres latinos y protegida en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, los dioses hicieron un consejo en Teotihuacán para crear el Quinto Sol.

Recordemos que, en el Primer Sol, los seres humanos fueron devorados por jaguares; en el segundo, se transformaron en monos; en aves en el tercero, y en peces en el cuarto.

Luego del sacrificio de Nanahuatzin (el Sol) y Tecuciztécalt (la Luna), los dioses se plantearon la creación de una nueva humanidad. 

Para ello necesitaban los huesos de los seres humanos anteriores, resguardados en el Mictlán, el inframundo.

Quetzalcóatl, dios de la vida, el conocimiento y la regeneración, fue elegido para descender a las profundidades y recobrar los restos de una especie extinta.

El camino hacia el Mictlán, según las descripciones del Códice Florentino de Fray Bernardino de Sahagún, era largo y estaba lleno de obstáculos: pruebas para quienes habían muerto por causas naturales.

Los guerreros caídos en batalla, los ahogados y las mujeres que perecieron en el parto tenían otro destino.

El viaje entero duraba cuatro años y constaba de nueve niveles o territorios, de los cuales hablaremos después.

Quetzalcóatl descendió hasta la última cámara, donde se hallaba el Señor del Mictlán o Mictlantecuhtli, deidad necesaria de los muertos, con apariencia de esqueleto y pedazos de carne colgando, y los ojos amplios, temibles y vacíos.

A su lado estaba su consorte, la Señora del Mictlán o Mictlancíhuatl, cadavérica y descarnada también, pero con fauces siempre abiertas para devorar la luz.

Quetzalcóatl, quien había llegado allí bajo su manifestación de Ehécatl, el dios del viento, llevaba una máscara roja con un largo pico, un penacho de plumas verdes y una blanca túnica.

—He venido por los huesos preciosos que tú guardas —le dijo al temible y esquelético señor.

—¿Qué harás tú, Quetzalcóatl? —le preguntó el otro desde lo más profundo.

—Los dioses tratan de hacer con ellos a los hombres y mujeres que habitarán sobre la faz de la Tierra —explicó.

A lo que Mictlantecuhtli respondió:

—Sea en buena hora —pero apenas había terminado sus palabras, pensó poner a prueba al dios y le propuso—: Toca mi caracol y camina cuatro veces al derredor de mi trono de piedras preciosas.

Entonces, aquel que tenía bajo su potestad los cuatro vientos, se dispuso a superar tal prueba. 

Aunque, al examinar el caracol, reconoció que el instrumento no tenía agujeros por los cuales atravesara el viento para hacerlo sonar.

¿Qué hará el gran dios para cumplir su misión y darnos vida? ¿Fracasará en su viaje a lo más profundo de la oscuridad?


[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.