Cultura

Las metamorfosis: Deucalión y Pirra, únicos sobre la tierra (1)

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  • Las metamorfosis: Deucalión y Pirra, únicos sobre la tierra (1)
  • Fernando Fabio Sánchez

Las metamorfosis: Deucalión y Pirra, únicos sobre la tierra (1)

Existe una montaña con dos cimas que sobrepasan las nubes, apuntando hacia el cielo y las estrellas, en la Fócida. Su nombre es el Parnaso.

Deucalión y Pirra llegaron al monte. Buscaban rendir culto a las ninfas Corícides y adorar a la diosa Temis, poseedora del oráculo. 

Eran los últimos seres humanos sobre la faz del planeta.

No había hombre mejor que Deucalión o más justo. Tampoco había mujer más devota que Pirra.

Júpiter vio que el mundo era una laguna estancada. 

Al saber de los dos sobrevivientes, abrió los cielos por obra de los vientos del norte, que se llevaron las nubes, y la tierra y el cielo quedaron frente a frente una vez más.

Neptuno calmó la agitación del mar, bajando su gran tridente.

Ordenó al Tritón que soplara el gran cuerno enroscado, señalando a las corrientes y a las aguas que el diluvio había terminado.

Las aguas volvieron a tener orillas. Los ríos regresaron a sus cauces. Había tierra otra vez.

Las colinas superaron el nivel del mar. Los árboles quedaron expuestos, con ramas y el follaje cubiertos de lodo.

El mundo había sido restaurado.

Pero Deucalión contempló el vacío y el silencio, y lágrimas empezaron a rodar desde sus ojos.

Le dijo a Pirra:

“Esposa mía y hermana, la última mujer con vida, nuestra gente, la familia, nuestra cama y ahora estos riesgos nos han unido.

En todas las regiones somos tú y yo los únicos pobladores. El mar se ha llevado a los demás. Las nubes incitan miedo en mi corazón todavía.

¿Qué sería de ti si las parcas me llevaran, quedándote completamente sola?

¿Cómo afrontarías tus miedos o confortarías tus penas?

Te aseguro que, si el mar te hubiera llevado, yo mismo te habría seguido hasta lo más hondo.

Oh sí solo pudiera reintegrar la especie humana, usando los poderes de mi padre: otorgar la vida al barro con el aliento de un soplido.

Hoy la humanidad depende de nosotros. Somos, por voluntad de los dioses, los últimos de nuestra especie.”

Se hallaban a la orilla de Cefiso.

Tomaron agua con la mano y se mojaron la cabeza y las ropas. Después caminaron hacia el santuario de la diosa Temis.

Había limo y moho en el frontón del templo. Los altares estaban vacíos, sin fuego sagrado.

La pareja subió las escaleras. Se postró ante la diosa. Hombre y mujer, temblando, besaron la dura piedra.

Dijeron:

“Si las oraciones pueden ablandar un corazón divino o postergar su ira, danos una señal, divina Temis, y revela cómo puede ser restaurada la humanidad.

Ayuda a este mundo atribulado.”

La diosa se movió y expresó el oráculo:

*Traducción y selección personal de “Metamorphoses”: Ovidio (Hackett; trad. Stanley Lombardo).

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