Cultura

El asistente de sí mismo: la construcción de la empatía

  • 30-30
  • El asistente de sí mismo: la construcción de la empatía
  • Fernando Fabio Sánchez

El personaje principal del filme The Night Clerk (Michael Cristofer, 2020) ha instalado cámaras en las habitaciones del hotel donde trabaja y observa a los huéspedes.

El empleado de la recepción (Bart) padece del síndrome de Asperger, el cual, según él, afecta sus capacidades de socialización al no ser capaz de identificar las señales que otros emiten en una interacción ordinaria.

El síndrome se manifiesta por medio de la irrupción de largos monólogos dentro de una conversación, cuyo tema puede o no puede tener relación con el diálogo original.

El objetivo del mirón nocturno no es en sí traspasar los límites de la intimidad y poseer las imágenes como un fetiche que reemplaza la interacción real con los huéspedes.

Lo hace para analizar el comportamiento de los otros —quienes son supuestamente normales— y aprender formas de comportamiento y de comunicación efectiva.

Bart reproduce en su habitación el video que ha grabado de los huéspedes del hotel y copia los movimientos mientras ellos realizan acciones comunes (como cenar) e imita las inflexiones de su lenguaje cuando, por ejemplo, saludan.

El joven está consciente de sus impedimentos, mas se ha dado la tarea de enseñarse los manierismos corporales, el guion y hasta el color emotivo de las palabras que supuestamente utilizan los sujetos comunes.

Bart ha llegado a entender, en primer lugar, el mecanismo con el cual funciona su mente y, en segundo, estudia el mecanismo de los otros.

En otras palabras, Bart ha llegado a crear una teoría de su mente y se ha dado la tarea de crear una teoría de la mente de los demás.

El filme presenta, de esta manera, el gran problema de la interacción humana.

Al vivir en sociedad, los seres humanos estamos obligados a leer en los otros el significado de sus acciones y de sus emociones. De una buena lectura de ello depende nuestra calidad de vida y, en sí, nuestra supervivencia.

Los seres humanos formamos en la infancia una teoría de la mente que explica cómo piensan y sienten los demás. Esta teoría nos permite relacionarnos. 

Pero la percepción justa de lo que ocurre afuera no depende de los otros, sino de la estructura de la propia teoría de nuestra mente.

Uno ve sólo lo que tiene dentro.

Si dentro de nosotros podemos reconocer el miedo, el enojo o la sed, seremos capaces de reconocer lo mismo en el exterior.

Es lo que el psiquiatra Sam Vaknin llama “empatía”. En este sentido, la empatía no es una acción hacia el exterior cuyo recipiente es el otro, sino el reconocimiento de un objeto exterior por medio de un objeto interior.

En otras palabras, la empatía es la capacidad de reconocer el acuerdo general sobre el significado de las acciones y las sensaciones. Es ese espacio en común por medio del cual nos reconocemos uno al otro —por dentro y por fuera— como seres humanos.

Bart no posee esta capacidad en todas sus dimensiones, por lo que tiene que construirla. Su alta inteligencia lo ha embarcado en el proyecto de entender a los otros y de aprender el lenguaje que sella ese entendimiento.

Su caso nos lleva a las siguientes preguntas: ¿no hacemos o deberíamos hacer lo mismo, es decir, estudiar a los demás? O ¿no deberíamos abocarnos al reconocimiento de nuestra propia mente para dar origen al entendimiento del mundo?

El filme es bueno y a veces no tanto, con una premisa psicológica muy estimulante.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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