Los favoritos históricos, Boca Juniors y São Paulo, se quedaron en el camino tras ser eliminados por equipos que en el papel parecían ser las víctimas propiciatorias. Otro duro golpe para el fútbol brasileño y argentino y un triunfo más para Ecuador y Colombia, atravesando un buen momento balompédico tanto a nivel selección como en sus respectivas ligas. El sorprendente y todo pundonor Independiente del Valle y el consolidado Atlético Nacional protagonizaron una final inédita en el torneo continental al que le convendría revisar su calendario, sobre todo por el parón que sufre justo antes de los partidos decisivos.
Los encuentros de la gran final resultaron más hoscos y opacos de lo esperado, quizá por el nerviosismo de uno y el exceso de confianza del otro: el cuadro ecuatoriano apostó a su principal fortaleza, la entrega y lucha sin dejarse apantallar por el rival, mientras que el conjunto colombiano recurrió al manejo del balón y de los momentos anímicos para establecer un control que al final rindió dividendos, a pesar de alzarse con la Copa con solo un gol de diferencia, escaso si se analiza la superioridad mostrada durante el desarrollo de los 180 minutos.
FIESTA EN QUITO
El Independiente del Valle se presentó como anfitrión en el primer partido de la final con los ánimos por los cielos, a tono con la algarabía vivida en su estadio que presenciaba a su equipo por primera vez en esta instancia. Pero a pesar del entusiasmo incrementado con un disparo cercano apenas al inicio, que mereció respuesta inmediata, el cuadro visitante muy pronto empezó a manejar los impulsos con la aplicación de eficaces técnicas de control que fueron surtiendo efecto poco a poco, de manera casi imperceptible para el local, cayendo en una especie de hechizo que intentó abjurar con otro disparo de relativo peligro pasados veinte minutos.
No solo fue el control y adormecimiento, sino que el Atlético Nacional se puso en ventaja al 35' gracias a notable jugada individual, combinando fortaleza con técnica, cortesía de Berrío, y dejando a la tribuna y al contrincante en estado de indefensión, sobre todo por lo poco que se había mostrado en el terreno de juego. El primer medio se escurrió en el mismo tono adormecedoramente preocupante para el Independiente del Valle que no parecía encontrar reacción para revertir la adversa situación. Parecía que el escenario los estaba rebasando.
Pero claro que la especialidad de este equipo había sido la resistencia frente a la adversidad. El segundo tiempo inició en la misma tónico, incluso con una oportunidad del propio Berrío para aumentar la ventaja. El Atlético Nacional pudo sentenciar el encuentro pero parecía conformarse con el logro alcanzado al momento, sobre todo al percatarse que el equipo de enfrente no conseguía generar juego ofensivo suficiente para inquietar el arco. Pero claro que, fieles a la impronta dejada a lo largo del torneo, el cuadro ecuatoriano no se dio por vencido y, a pesar de sus limitaciones, consiguió el empate al 87', más con los riñones que con talento en los pies, por conducto de Mina, todo un guerrero hasta el silbatazo final.
CELEBRACIÓN EN MEDELLÍN
Con el empate conseguido en tierras ecuatorianas, el Atlético Nacional se presentó en su campo dispuesto a finiquitar el trámite desde el inicio del encuentro. La presión arreció tan pronto como se escuchó el silbatazo con dos llegadas de cierto peligro, cual avisos de lo que estaba por venir. La defensa del Independiente lucía descolocada y sin capacidad para descifrar y anticipar el ataque del rival. El gol era parte de una crónica anunciada: tiro libre de Macnelly que se encontró con el poste y el rebote fue capitalizado por Borja para poner adelante a los locales cuando apenas transcurrían ocho minutos.
La locura apoderándose de la tribuna y el festejo a tope, no obstante que faltaba mucho tiempo por transcurrir. Los dirigidos por Reinaldo Rueda se adueñaron del momento, el espacio y el ánimo del encuentro a través de la técnica de la somnolencia. El resto del primer medio cayó en un ritmo pantanoso, sin que los visitantes pudieran establecer las necesarias conexiones al frente y con unos locales manejando, quizá con demasiada parsimonia, una ventaja que de primera instancia se antojaba demasiado prematura como para jugar con el reloj de aliado. Mientras tanto, la gente en la tribuna organizaba su fiesta particular, más entretenida que lo sucedido en la cancha.
Para la segunda parte el Independiente del Valle salió con un ligero incremento en intención y decisión pero insuficiente para inquietar con firmeza la portería del Atlético Nacional, quien respondió con un par de oportunidades que estuvieron cerca de darle cauce definitivo al encuentro; todavía el equipo ecuatoriano lo intentó con un par de llegadas que resultaron lábiles para la exigencia del momento. Los locales apostaron una vez más a congelar el tránsito de la pelota y a defender la ventaja con base en su posesión y lanzando alguna jugada de peligro, ante unas intentonas esporádicas del rival para atacar, a pesar de ser solo un gol la diferencia.
Después de largos 27 años, el conjunto de Medellín se vuelve a proclamar campeón, consiguiendo el tercer título para un equipo colombiano, después de que el Once Caldas triunfara en el 2004 al vencer a Boca Juniors en penales. Tiempo de celebrar y después, momento de hacer las reservas para Japón y representar a la Conmebol en el mundial decembrino de clubes.
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