Nos hemos vuelto una nación protestante. A cada nuevo proyecto que planea o anuncia el gobierno, surge un grupo de protestantes que se lanza a la calle o que dice que se va amparar legalmente, porque lastima sus derechos individuales.
Será quizá porque saben que ahora no serán reprimidos en sus protestas, y hasta puede que, ahora sí, se les otorgue sus legítimos derechos grupales, pendientes por decenios.
Será quizá, también, porque algunos otros intereses no tan legítimos se han propuesto hacer un país ingobernable, empezando por las vías de comunicación, o los medicamentos anticancerígenos.
Bueno: hasta los campechanos que tienen más de 30 años viviendo irregularmente junto a las vías del Ferrocarril del Sureste, ahora que se anuncia que por ahí pasará el Tren Maya han armado un revuelo porque les incomoda el ruido de los convoyes al pasar.
Será también porque saben que ésta es su oportunidad de hablar, por primera vez, con las autoridades y obtener condiciones dignas para su nueva colonia: puede que con escuela propia, agua potable y hasta alumbrado. Nada de rollos ancestrales.
En toda la Península de Yucatán (no hablamos de los Altos de Chiapas) las comunidades indígenas mayas, legalmente reconocidas de Lázaro Cárdenas para acá, son, operativamente hablando, mestizas bilingües y claramente integradas a la vida regional.
A lo largo del día utilizan más la lengua nacional que la ancestral propia, que queda más para la convivencia familiar vespertina.
Se ven obligadas a “negociar” con las autoridades lo que en realidad son sus derechos elementales como personas y como pueblos: escuela propia con libros propios, centro de salud para que no se les mueran los niños, y niñas, recién nacidos ni los enfermos diabéticos, agua doméstica no contaminada, oportunidades de empleo regional, y demás; no pretenden aislarse, sino vivir con decoro y respeto: nada nuevo.
Lo mismo ocurre, a su proporción, con las comunidades del Istmo, de las que han surgido ilustres figuras de relieve nacional, bilingües, como don Andrés Henestrosa, académico de la Lengua Española y gran patriota, alegre conversador en zapoteco.
El Istmo de Tehuantepec: la equis de México, desperdiciado después de varios intentos fallidos, hasta ahora: cuando los contenedores han transformado la logística del transporte global; lo cual nos hace competitivos con el arcaico Canal de Panamá.
No tiene por qué haber destrozos ni ecológicos ni comunitarios; todo lo contrario: lo hará más atractivo, con todos sus encantos naturales y culturales, a la convivencia humana; que además se vuelve redituable, legítimo y bello.
No hay noticia de que los campechanos habitantes del barrio de las vías se hubieran amparado previamente, o manifestaran su descontento por el paso del Ferrocarril del Sureste que, hasta hace poco circulaba por ahí.
“No estamos en contra del Tren Maya porque sabemos que representa progreso. Pero pedimos que se pongan en nuestro lugar”.
Hemos de suponer, pues, que habrá un trazo concertado, y que el Tren Maya será eje de un mejor porvenir para todo el Sureste.
P.D. La iniciativa privada se encargará de llegar hasta Winnipeg.