Política

¿Por qué nadie está enojado?

No es exagerado decir que México vivió de 2015 a 2024 una década de profunda polarización política. Fueron años de auge de la sociedad civil organizada. La denuncia de la corrupción sistémica y sistemática en los gobiernos. El golpe del “gasolinazo” y las movilizaciones populares. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador. Un sexenio marcado por la polarización y el encono alentado desde la Presidencia. Fue una década turbulenta. Desapareció el régimen político de la transición y quedó herido de muerte el sistema de partidos que lo vehiculó. Una década política tan apasionante como agotadora. 

Tras estos años de amplia polarización, hoy Claudia Sheinbaum está apostando por una estrategia política distinta. Otro talante y tono. Su discurso es menos histriónico y apela menos a la división. No ha abandonado del todo su sesgo populista. Me refiero a entender la política en términos de élite y pueblo. No obstante, ha decidido abandonar la polarización con el sector privado, dejar de increpar a los medios de comunicación y no hacer guerra diaria con la sociedad civil. Eso no quiere decir que no sea igual de culpable que López Obrador de la destrucción institucional sin precedentes de los últimos años. Ella ha avalado mucho del legado del tabasqueño, pero es innegable que su estilo político no se sustenta en la polarización.

Este cambio de “estilo”, aunque no necesariamente de fondos, ha tenido cinco consecuencias claras. La primera es que su popularidad roza niveles nunca antes vistos. El Universal, el Financiero y Lorena Becerra han presentado encuestas que colocan a la mandataria en el 80% de aprobación. Lo interesante es que ha vencido la resistencia de sectores tradicionalmente críticos de la autollamada Cuarta Transformación. Dos, ha logrado un consenso nacional que no veíamos desde tiempos del PRI hegemónico. Quitando dos o tres plumas díscolas, Sheinbaum sólo desata aplausos. Se le reconoce todo. El sector empresarial se ha formado detrás de ella y no hay críticas a su política económica. Las últimas voces discordantes fueron aquellas que se expresaron en el marco de la Reforma Judicial. 

Tres, ha logrado capitalizar para sí y su partido la amenaza Trump. En 2017, Peña Nieto quiso un cierre de filas nacional frente al magnate, pero su impopularidad le impidió erigirse como líder “en tiempos de guerra”. Sheinbaum sí ha sabido utilizar el capital político para envolverse en la bandera y asumirse como la protagonista de la defensa nacional. Cuarto, ha catapultado a Morena a una posición hegemónica indiscutible en buena parte del territorio nacional. 

Y hay una quinta: Sheinbaum ha logrado adormecer al México crítico. Es como si México atravesara por un momento de despolitización. El enojo, la ira, el coraje no se están manifestando con y contra la política o los gobiernos. Para poner un ejemplo cotidiano. La polarización del obradorismo es como una herida. Una herida que sangraba. Sheinbaum ha decidido ponerle alcohol, adormecerla y cerrarla con ungüento. Y es como si la sociedad, luego de un sexenio de polarización agotadora, pidiera un tiempo de distensión. Sheinbaum ha entendido que bajarle los decibeles le es más rentable que el ruido atronador de las batallas recurrentes del obradorismo. 

El estado de la economía es una señal de ello. Creo que nadie en su sano juicio puede decir que México va en buena dirección. Los indicadores económicos se han deteriorado, incluso el laboral que suele ser el rezagado del ciclo económico. O la seguridad, los datos son mínimamente mejores, pero las crisis de violencia siguen siendo básicamente las mismas. A pesar de ello, nadie está enojado. La presidenta se lleva ovaciones de pie en las encuestas y no hay quien salga del carrusel del optimismo. 

El peligro es la desaparición del disenso. En el lenguaje político, el consenso tiene más prestigio que el disenso. No obstante, en democracia la segunda es más importante que la primera. Sin capacidad de disentir legítimamente no existe democracia, pluralismo ni libertades. El disenso es condición de posibilidad de todo lo demás. Sin embargo, hoy en México parece no existir. Ya sea por la debilidad de los partidos de oposición, el agotamiento del periodismo, el estilo de la presidenta o la amenaza de Trump, pero el disenso es inexistente y es políticamente tóxico. Buenos gobiernos necesitan buenas oposiciones. Una parte que explica el fracaso peñista fue eso: a través del Pacto por México desapareció por decreto la oposición. El resto ya es historia. México necesita disenso y crítica, no sólo porque eso produce mejores gobiernos, sino porque sin ellos no hay democracia. El enojo tiene un papel transformador. No lo olvidemos.


Google news logo
Síguenos en
Enrique Toussaint
  • Enrique Toussaint
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.