La libertad es el concepto más debatido en la historia de la filosofía política. Hay toneladas de bibliografía, pero el filósofo judío Isaiah Berlin lo resume adecuadamente. Por un lado, está la tradición marxista, crítica y de izquierda que ha defendido por siglos la idea de la libertad positiva. Es decir, soy libre porque puedo serlo. Soy libre porque tengo las condiciones materiales para ejercer la libertad. Libertad no sólo como ausencia de impedimentos, sino como potencia. En contraste, el liberalismo entiende el concepto desde su dimensión negativa. Soy libre porque nadie me impide serlo. Soy libre porque teóricamente puedo serlo, aunque en la práctica no pueda pagar mi libertad. Ejemplo, todos somos libres de comprar un Ferrari -nadie nos lo impide-, pero sólo pueden comprarlo quienes tienen el dinero suficiente para adquirirlo y mantenerlo.
La pandemia ha devuelto el concepto de libertad al centro del debate político. Los gobiernos se han divido -por simplificar- en dos: quienes han minimizado la pandemia, así como las claves científicas para enfrentarla, y quienes, por el contrario, han entendido el papel del Estado a la hora de defender y proteger a su población. Los gobiernos que han tendido hacia el negacionismo siempre lo hacen ondeando la bandera de la libertad. Libertad para no usar cubrebocas o mascarilla. Libertad para no vacunarse si no quieres. Libertad para salir de viaje o emborracharte en un bar. Libertad para violar el confinamiento. Es decir, libertad para mandar al carajo toda la evidencia científica y la solidaridad.
Es aquí donde sorpresivamente López Obrador se pone del lado de la libertad más reaccionaria. No importa cuántos mueran, ¡seamos libres y no obliguemos a nadie a vacunarse! Al igual que Donald Trump o Viktor Orbán en Hungría, el presidente opta por frases hechas para esconder el vacío argumentativo: nosotros no implementaremos medidas autoritarias. En referencia a una franja de la población negacionista que no se quiere vacunar. Resulta extraño porque López Obrador se define de izquierda. El pensamiento progresista entiende que la solidaridad y la responsabilidad social están por encima del egoísmo individual. No obstante, al presidente no parece importarle que el pensamiento antivacunas pueda convertirse en responsable de miles de muertes.
Y es que, en tiempo de profunda banalización del debate político, no olvidemos que tu libertad termina donde comienzan los derechos de otros y no vacunarse es una irresponsabilidad individual, pero también social. Si queremos salir de la pandemia, es fundamental que se encarezca la decisión de no vacunarse. Uno puede ser irresponsable si sólo se afecta a sí mismo.
Emmanuel Macron propuso y la Asamblea Nacional de Francia, con algunos cambios en el Senado, aprobó el Pase Sanitario que sirve como acceso para espectáculos, bares o restaurantes. Al final, los no vacunados deberán mostrar una PCR negativa o el Pase si quieren acceder al interior de un lugar concurrido. La demagogia no debería hacernos olvidar que una decisión basada en teorías conspiranóicas no es aceptable. La irracionalidad y el negacionismo no deben tener premio en una sociedad moderna.
La única libertad auténtica es de todos. La pandemia nos ha enseñado que nuestro destino está interconectado. No hay salidas individuales, no hay un sálvese quien pueda, sino desafíos en donde todos somos corresponsables. Es tiempo de dejar de chiquear, con frases que suenan bonitas, pero son vacías, a quienes con su irresponsabilidad nos ponen en riesgo a todos. La libertad es mucho más que simplemente hacer lo que me da la gana.
Enrique Toussaint