Política

La inseguridad y el eterno comienzo

Si tienes a Lionel Messi o a Diego Armando Maradona o a Johan Cruyff en tu equipo, la táctica pasa a segundo plano. Les das el balón y resuelven el partido.

Sin embargo, cuando no tienes cracks, sino un equipo de medio pelo para abajo, sí es importante la alineación. Cuál es la formación. Si juegas con cuatro o tres defensas; si suben o no los laterales; desde qué zona del campo comienza a presionar el equipo.

Vea usted al Chelsea, campeón de la Champions. Tenía buenos jugadores, pero ninguna estrella de talla mundial. Y aun así, con una gran conducción técnica, se llevó la segunda orejona en su historia. 

Algo similar pasa en seguridad. Seamos realistas: nuestras policías no se asemejan a las mejores del mundo. Tenemos cuerpos de policías vulnerables frente a los criminales, corporaciones sin el armamento y la tecnología necesaria, con salarios que han mejorado pero que siguen lejos del óptimo y con procesos de certificación bastante mejorables.

Y peor aún, las academias de policías están vacías porque nadie quiere ser policía. No es un trabajo bien pagado, tiene altísimo riesgo y no tiene prestigio social. ¿Quién sueña, a una edad adolescente, con ser policía? Nadie. 

A todos estos problemas estructurales es fundamental añadir otro: nuestros políticos manosean el modelo policiaco cada tres años. Llevo unos 15 años dándole seguimiento diario a la vida pública nacional y de Jalisco, y he visto pasar toda clase de proyectos.

Desde fuerzas únicas, hasta gendarmerías, fuerzas especiales, policías metropolitanas, guardias nacionales y civiles, policías barriales, de proximidad y un larguísimo etcétera. Como lo escribió Ugo Pipitone: México es el país del eterno comienzo.

Los gobiernos trabajan en una dirección, luego pierden las elecciones, y llegan otros al poder para decir que todo está fatal. La agenda de seguridad es el espejo de los golpes de timón trianuales. 

Enrique Alfaro optó por la separación de seguridad pública y ministerio público –cosa que considero acertada–, un modelo de policía metropolitana –que nos cuesta trabajo siquiera evaluar– que coexistiera con los municipios.

No dudo que haya datos positivos en algunos indicadores, pero es innegable que dichos resultados poco tienen que ver con el modelo policial.

Y, ahora, Pablo Lemus, que comienza a tejer su proyecto rumbo a la gubernatura, nos propone una policía entre Guadalajara y Zapopan. Si las dinámicas delictivas son metropolitanas, ¿por qué no se apuesta por un modelo urbano, que opere en Tonalá y en Tlajomulco, en Guadalajara o en Tlaquepaque?

Los egos y la política son malos consejeros cuando exigimos proyectos que dejen de obsesionarse con el corto plazo y apuesten por construir paz a largo plazo. 

Como partido de futbol, yo no entiendo a qué juega el Gobierno en materia de combate a la inseguridad. Y me dirán: los indicadores nos dan la razón. Y en parte es verdad, pero el contrargumento es: en el sexenio de Aristóteles Sandoval también fuimos testigos de un trienio de reducción de delitos y, posteriormente, la tendencia alcista fue imparable.

No hay un modelo consensuado ni en el Estado ni en la ciudad, con la mala noticia que el próximo gobernador llegará a cambiar todo. Nuestra tragedia: el país que se reinventa cada tres años.

Enrique Toussaint 

@eftoussaint


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