La “estanflación” es el gran mal que recorre el mundo. Nos enfrentamos a un 2022 con tasas de inflación altísimas y un estancamiento económico que coquetea ya con previsiones de recesión. Luego de la pandemia y el tremendo esfuerzo fiscal de las potencias de Occidente, los analistas pronosticaban un año de crecimiento acelerado. Sin embargo, la realidad fue y es otra. La inflación se está devorando no sólo los salarios de la ciudadanía, sino también la credibilidad de los gobiernos.
La inflación amenaza con destruir la estabilidad política. Este fin de semana, Emmanuel Macron busca una difícil mayoría en la segunda vuelta legislativa francesa. Todo indica que la izquierda lidereada por Jean-Luc Mélenchon le arrebatará la mayoría absoluta. Esto dejaría a Francia en un escenario de cohabitación-gobierno dividido. Otra de las grandes democracias, Estados Unidos, pondrá a prueba el desgaste de Joe Biden luego de meses de desaceleración económica e inflación desbocada. Las encuestas dibujan una paliza de los Republicanos que abriría la puerta al regreso de Donald Trump. El Reino Unido tiene a un primer ministro deslegitimado -incluso por su grupo parlamentario-; Italia ve como Giorgia Meloni, la ultraderecha, encabeza las encuestas con un discurso identitario y tiene entre ceja y ceja llegar al Palazzo Chigi. La pandemia y la invasión rusa a Ucrania han supuesto una inestabilidad económica que tienen a las poblaciones enojadas y con sed de cambio. No hay nada más político que no tener para para llegar a final de mes.
Andrés Manuel López Obrador ha logrado mantenerse a pesar del mal rumbo de la economía nacional. Luego de dos meses de descenso continuo en las encuestas, el presidente aprovechó la victoria de su partido en las elecciones estatales para tomar oxígeno. La inseguridad, creciente en todo el país, y la inflación estaban siendo rocas pesadas para el Gobierno Federal. AMLO perdió 8% de aceptación en un mes. No obstante, de acuerdo con Consulta Mitofsky: el presidente ya logró recuperar entre 3 y 4 puntos en 10 días. El subsidio a la gasolina es una de las claves.
El presidente decidió desde el primer día que no permitiría que el costo de la gasolina se fuera a los cielos. Ese sapo ya se lo había tragado Enrique Peña Nieto. Recordemos que el expresidente tuvo que aceptar la libre flotación del precio de la gasolina y eso supuso el último clavo en su ataúd. Fue 2017 y Peña Nieto se terminó de desmoronar: en mayo de aquel año solamente 1 de cada 6 mexicanos valoraba positivamente su gestión. En América Latina, el precio de los energéticos tumba gobiernos. Bueno, en todo el mundo.
A diferencia de otros países, López Obrador guardó margen fiscal en la pandemia. El Gobierno Federal decidió aplicar la más pura receta neoliberal: que cada uno se rasque con sus propias uñas. Quebraron empresas y se destruyó empleo durante 2020. Eso supuso una caída del PIB de 8.5% y una recuperación débil que hasta hoy arrastramos. No obstante, el Gobierno se endeudó poco. Decidió no salvar a empresas ni a las familias, a diferencia de otras economías latinoamericanas o Estados Unidos que dispusieron de amplios fondos para las familias. Digamos que la ortodoxia neoliberal ha permitido que hoy AMLO pueda contener variables como el precio de la gasolina (no hay nada más neoliberal que quitarle impuestos a la gasolina que favorece a los ricos).
Es cierto que la gasolina está tocando precios históricos (24-25 pesos por litro), sin embargo su precio comercial tendría que ser otro. El verdadero precio de la gasolina está entre los 32 y 33 pesos. Es decir, para un auto de 50 litros supone 350 pesos más para llenar el tanque si lo comparamos con los precios actuales. Un escenario de encarecimiento abrupto de los combustibles pondría al presidente en una situación política complejísima. Para nadie es una sorpresa que AMLO atesora su aprobación como nadie. La decisión de subsidiar la gasolina nos puede costar entre 300 y 350 mil millones de pesos en este 2022. Más o menos 1.5% del Producto Interno Bruto. Tres veces el presupuesto anual de Jalisco.
El problema es que todo indica que la guerra en Ucrania se cronifica. Los líderes europeos vuelan estos días hasta Kiev para buscar una solución que satisfaga el presidente Zelensky. Sobre la mesa están dos opciones: o extender el conflicto durante meses sin horizonte de salida, o reconocer la secesión de una parte de Ucrania. Veo complicado que el presidente ucraniano ceda, pero Macron, Scholz y Draghi buscarán mediar y encontrar una salida.
El asunto es que si los subsidios y la eliminación de impuestos se extiende por largo plazo, el golpe a las finanzas públicas será mortal. Es bastante probable que el Gobierno se enfrente a problemas severos de recaudación y liquidez en el último trimestre del año. Tendrá dos opciones: subir los impuestos (que no lo hará) o pedir deuda. El Gobierno de AMLO -sin anunciarlo y por la puerta de atrás- sí ha endeudado en el país con créditos al Banco Mundial o con financiamiento interno. Yo no satanizo la deuda, pero es mentira que no se hayan solicitado créditos.
Para Maquiavelo, fortuna y virtud eran dos conceptos clave en la política. AMLO parece haber hecho del problema, una virtud. El subsidio a la gasolina es un tremendo costo para las arcas del Estado, pero el Gobierno Federal no tenía de otra más que contener el precio de la gasolina si quería gobernabilidad. AMLO sabe que la gente no se manifiesta por el INE -lamentablemente-, pero que el bolsillo es sagrado.
Enrique Toussaint