Política

¿Cisma naranja?


Las relaciones interpersonales son fundamentales para explicar la política. A los politólogos nos enseñan a analizar instituciones, incentivos, poderes. Sin embargo, solemos darle poco peso a la dimensión humana. Es como si los políticos fueran robots que se mueven al ritmo de una racionalidad casi perfecta. No obstante, la política cotidiana dista de ser algo así. Las pasiones, las emociones, los miedos, los odios explican con mayor precisión la política. 

La relación entre Enrique Alfaro y Pablo Lemus ha sido una montaña rusa. Particularmente desde que Alfaro arribó a Casa Jalisco. En el pasado, los conflictos entre ellos se han originado por desavenencias en temas como la policía metropolitana o la gestión de la basura. Sin embargo, este es -sin duda- el momento de mayor polarización entre ambos. La relación se ha desgastado por múltiples diferendos. El más profundo: el conflicto con el grupo político de la Universidad de Guadalajara. El gobernador mantiene un pulso con el grupo político que controla la casa de estudios, una batalla que se ha extendido a todos los campos de la política local. Desde el presupuesto hasta el Poder Judicial pasando por la renovación de la Presidencia del ITEI.  Por el contrario, Pablo Lemus y Raúl Padilla tienen buena relación y no la han dejado de tener. 

Las diferencias no se han quedado ahí. Las negociaciones para la formación del Gobierno de Guadalajara dinamitaron la relación entre el equipo de Pablo Lemus y el equipo tapatío de Enrique Alfaro. Aquella declaración en donde Lemus dice que Eduardo Martínez Lomelí y Alejandro Hermosillo son “parte de un acuerdo político” generó aún más tensiones. Todo ello desembocó en la sesión del lunes pasado en donde los regidores de Movimiento Ciudadano decidieron no presentarse al cabildo. En un hecho nunca visto, los ediles decidieron ausentarse a pesar de que se debía debatir la reestructuración de la deuda del municipio. Y es que casi la totalidad de los regidores tapatíos aterrizaron en la planilla por acuerdos que hizo Ismael del Toro con los grupos políticos de Guadalajara. Una herencia que Pablo Lemus no pudo sacudir. Sólo la síndica Karina Hermosillo llegó como propuesta de Lemus. 

Por el bando lemusista también hay reclamos. Por ejemplo, la batalla que mantiene con la lideresa sindical Martha Elia Naranjo. El alcalde de Guadalajara considera que detrás de ella se encuentran operadores del alfarismo. La negociación del presupuesto y el incremento en los precios del agua dividieron al gobernador y al alcalde. La mala relación entre ambos ha escalado y esta semana Pablo Lemus se reunió con el secretario de Gobierno, Enrique Ibarra, para rebajar las polémicas. 

La tensión no ha llegado a un punto de no retorno, pero el desgaste es indubitable. El gobernador de Jalisco parece ya no tener la confianza que algún día tuvo en Lemus. Cree que no ha cumplido los acuerdos a los que se comprometió y que piensa marginar a su proyecto político en cuanto ponga un pie en Casa Jalisco. Lemus, a su vez, cree que el gobernador lo quiere poner contra las cuerdas para imponerle sus condiciones. Y que tiene -además- la obsesión de controlar todo, incluso el municipio de Guadalajara. 

Sabemos que los conflictos en política suelen explicarse en clave de búsqueda y mantenimiento del poder. Detrás de la guerra soterrada entre Alfaro y Lemus se esconden debates que no son menores. ¿Quién será el candidato a la gubernatura y casi gobernador ante la debilidad de la oposición? ¿Cómo queda el resto del tablero político? ¿Cómo quedará el Congreso? ¿Cómo es la política de alianzas al interior de MC? ¿Cuál es la posición de Dante Delgado y los regiomontanos en este diferendo? 

Vamos por partes. Lemus es hoy sin duda la carta más fuerte de MC a la gubernatura. La encuesta de Grupo Reforma así lo confirmó. No obstante, la falta de acuerdos al interior del partido le está poniendo piedras en el camino. El propio Alfaro que entendía como inevitable la candidatura de Lemus, hoy ya no descarta otras alternativas. Una fuente autorizada a nivel nacional me dijo: “Pablo debe entender que no debe construir una candidatura en contra del gobernador. Y Alfaro no puede abrir tantos frentes”.  Es cierto que MC se puede enrocar e impedir la candidatura del alcalde tapatío, pero la división puede dejar a los naranjas sin la Gubernatura. Fuentes cercanas a Lemus confirman que la posibilidad de ser candidato independiente a la gubernatura de Jalisco está sobre la mesa. Es decir, Lemus estará en la boleta en 2024, pero no sabemos si por las siglas naranjas o por otras. Se especula que Hagamos o de la coalición PAN, PRI, PRD podría girarle la invitación. Morena está descartado, la base de apoyo de Lemus no entendería que fuera candidato del partido de López Obrador. 

Al igual que en los conflictos bélicos, los golpes que hemos visto estas semanas tienen un objetivo táctico: la negociación. Ninguno avizora ruptura a corto plazo, pero tampoco es descartable. Lemus quiere amarrar el “sí” de Alfaro a la candidatura para tener su futuro político en control. Es decir, utilizar su pronta nominación para que Movimiento Ciudadano cierre filas en torno a él como el elegido. Alfaro, por el contrario, se va a guardar las llaves del auto naranja hasta el cuarto para la una. Es una lucha de tiempos. El objetivo de Lemus no sólo es ser gobernador, sino serlo con condiciones de gobernabilidad. Es decir, un Congreso afín y margen de maniobra a nivel metropolitano. 

Dante Delgado, presidente nacional de MC, se ha reunido con ambos en los últimos días. Podría fungir como mediador. El hoy coordinador nacional no tomará partido. El grupo de Nuevo León, con peso en el partido, sabe que Alfaro sigue siendo quien toma las decisiones en Jalisco y no quieren rupturas. “Una ruptura en Jalisco pone en riesgo el proyecto de MC no sólo ahí, sino en todo el país”, me comentaron voces cercanas a ambos. 

El problema que tiene Lemus es que los equilibrios de poder hoy por hoy no le favorecen. Alfaro sigue teniendo control pleno de su partido. El alfarismo y sus principales rostros no están dispuestos a entregar el futuro político del proyecto al hoy alcalde de Guadalajara. “Si Pablo es el candidato, yo me voy”, me decía un alto mando del alfarismo. Lemus tiene popularidad y reconocimiento (poder suave), pero le falta el poder duro de la estructura, la militancia y la operación. El debate es si las desconfianzas entre grupos se pueden subsanar de aquí a 2024. 

Dadas las condiciones actuales, es imposible descartar una ruptura de MC rumbo a la sucesión. No creo que sea una ruptura a corto plazo. Alfaro necesita mantener el control de Jalisco para pervivir y no convertirse en un “pato cojo”. Lemus reclama su lugar como el heredero de la hegemonía naranja en Jalisco. A quién le tocaría mandar a partir de 2024. Sólo mediadores y mucha política pueden evitar un divorcio.

Enrique Toussaint


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