El canto de las sirenas, es el nuevo libro del popular presentador de MSNBC, Chris Hayes. Está por salir a la venta el libro a finales de este mes, pero en sus entrevistas y artículos han delineado el eje fundamental del texto: la atención se ha vuelto en la gran mercancía de nuestro tiempo. En política es incluso más importante que el dinero. Donald Trump, el hombre más poderoso del mundo, y Elon Musk, el hombre más rico del mundo, lo han entendido bien. La guerra política contemporánea se define en la capacidad para atraer la atención de los grandes públicos en un mundo mediáticamente fragmentado. Llamar la atención es poder.
Así gobernará Donald Trump. Este viernes se viralizaron las imágenes de las primeras deportaciones de la administración trumpista. Un desfile de latinos esposados subiendo a un avión. El miércoles, las imágenes eran la movilización de la Guardia Nacional de los Estados Unidos rumbo a la Frontera Sur. El martes se movía por todos lados el renovado amor de Trump por la plataforma TikTok. Aquella que quiso prohibir hace algunos años. Trump y el imperio de la atención.
Claudia Sheinbaum ha hecho bien en no caer en un debate abierto sobre las provocaciones de Trump. Intentar vencer a un bravucón en el patio de la escuela no sólo es estéril, sino contraproducente. La respuesta de Canadá frente al renovado imperialismo americano es un ejemplo: nadie tomó en serio la “invitación” de Trump a anexar a Canadá como un estado más de la Unión Americana. No obstante, cuando se lidia con un enfermo de poder que no reconoce límites es importante saber diferenciar entre hechos y amenazas. Entre simbolismos y decisiones fácticas.
Citando declaraciones de las últimas semanas. Es altamente improbable que Estados Unidos mueva ficha para anexionar Groenlandia. Tal vez el principal objetivo de Trump es ampliar su influencia con más bases militares o mayor autoridad en las decisiones sobre el futuro del Ártico. Por lo tanto, es exagerado partir de la anexión como algo realizable, pero no es imposible que Trump logre mayor influencia en el Ártico a través de un acuerdo con Groenlandia y Dinamarca (uno de los aliados históricos de Washington). Separar la bravuconería de la realidad es fundamental para reaccionar con precisión a demagogos como Trump.
En el caso mexicano, Trump busca revivir su victoria sobre López Obrador. Recordemos que uno de los símbolos del Trumpismo es su idea de la virilidad (como Putin en Rusia). Se van los débiles y llegan los machos que no se doblan. Trump quiere cinco cosas de México: militarización de la frontera norte; redireccionar a los cuerpos de seguridad mexicano para que se dediquen a atapar capos y narcos; admitir “quédate en México”, de manera inmediata; comprometerse a cerrar la puerta a China, y una actitud diferente del Gobierno de México frente al Fentanilo. Sheinbaum está en posición de negociar, pero debe marcar con claridad las líneas rojas.
No será sencillo para México mantener ciertas posiciones de dignidad, pero debe intentarlo. Los aranceles no deben ser un escenario de pavor para México. Sheinbaum debe dejar en claro que los impuestos a las exportaciones mexicanas no son un arma efectiva para negociar con México. En este escenario, México debería acercarse a Canadá, no sólo a Trudeau (que ya es un pato cojo ya que los liberales buscan nuevo líder), sino también a los Conservadores que parece que gobernarán con amplias mayorías en unos meses.
Otra línea roja a trazar debe ser el programa “Quédate en México”. López Obrador aceptó el programa sin decirlo. A diferencia de aquel momento, hoy Trump se siente con la fuerza necesaria para buscar la humillación del Gobierno de México. El demagogo necesita que su electorado se convenza que es capaz de doblegar a México y hacer que se cumpla su voluntad.
En el mismo sentido, México debe ser firme en la defensa de los derechos humanos de las familias mexicanas, la rectoría sobre la política de seguridad, así como la soberanía en la definición de la estrategia de combate al mercado ilegal de drogas. Abrir esas puertas es permitir una intervención abierta de los Estados Unidos.
Es inevitable que el nacionalismo mexicano se reavive con las amenazas de Trump. También es inevitable que la opinión pública respalde a la presidenta frente al bravucón del Norte. Sin embargo, México necesita de una diplomacia profesional, necesita prudencia y necesita alianzas. No caer en la pugna por la atención y la polémica. A Trump se le puede contener desde la inteligencia y la moderación, pero siempre manteniendo las líneas rojas que ningún gobierno debería pisar: la soberanía, los derechos humanos y la prosperidad del país.