Política

Alfaro y el ocaso del sexenio

B.
B.

La Ciencia Política anglosajona acuña el concepto de “pato cojo” para definir al gobernante que se acerca al ocaso de su mandato. Mientras los días pasan, el poder mengua. Se vuelve incapaz de garantizar futuro político al interior de su partido y el látigo disciplinario del gobernante pierde tensión y eficacia. No manda como antes. Sus deseos ya no son órdenes. El tiempo agota el poder y la sucesión aparece en el horizonte. En gran medida, la democracia sirve porque extingue el poder del inquilino y vuelve a convocar a los ciudadanos a las urnas. Es el ciclo natural del poder.

En Jalisco, la aparición del patocojo fue especialmente identificable en los últimos dos sexenios. Aristóteles Sandoval entendió el debilitamiento de su poder desde la victoria de Movimiento Ciudadano y del alfarismo en 2015. El priista supo reconvertirse a través de una asertiva política de comunicación que cuidó su imagen, pero el PRI y su liderazgo político estaban profundamente socavados. No dudó, tampoco, en tender lazos con Alfaro de cara a la sucesión.

Emilio González Márquez pasó por un proceso similar luego de las elecciones intermedias de 2009. La ola priista que sacudió a la ciudad encumbró a Aristóteles Sandoval como el natural para la gubernatura. Enrique Alfaro le disputó la silla hasta el último día de aquellas elecciones estatales de 2012, pero no le alcanzó para desbancar al priista. El común denominador es que ambos gobernadores fueron incapaces de tripular la sucesión y perdieron rápidamente el control de su partido y del proyecto político al que representaban. El ocaso del sexenio terminó con su poder para encauzar la realidad política local.

Enrique Alfaro no está enfrentando un contexto similar. Se da la paradoja que hoy Alfaro parece controlar más hilos de poder que en los primeros días de su sexenio. Paradójicamente, es más poderoso que el primer día de su Gobierno. En 2019, la pelea con el presidente de la República debilitó profundamente la imagen de Alfaro. Fue un año malo para el gobernador. Tardó en arrancar fruto de la alternancia local, pero también de la polarización con López Obrador. El presupuesto fluía a cuentagotas para los proyectos prometidos por el mandatario estatal. Las encuestas dieron cuenta de las dificultades iniciales de Alfaro.

Cuatro años después, el panorama es otro para el gobernador. La sintonía con el Gobierno de México es innegable desde enero de 2021. Aquel día de enero, López Obrador y Alfaro limaron asperezas y no se han vuelto a trenzar en declaraciones. El presidente morenista y el gobernador emecista firmaron un armisticio que ha durado hasta hoy. El entendimiento político ha supuesto que se destrabaran los recursos federales para proyectos en Jalisco, entre ellos la Línea 4 del Tren Ligero, las soluciones en materia de agua, Mi Macro Periférico. El presidente no se ha metido, ni discursivamente, con Movimiento Ciudadano.

En el plano local, Alfaro no enfrenta oposiciones de consideración. Morena apoya todo lo que propone el gobernador, a diferencia de los primeros dos años del sexenio. No hay un opositor natural que le arrebate poder (no hay un Alfaro de Alfaro, pues). El PAN es aliado de MC en el Congreso y hasta Hagamos -otrora crítico acérrimo del gobernador- hoy vota a favor las iniciativas prioritarias para el ejecutivo. A esto hay que sumar que la muerte de Raúl Padilla culminó el conflicto político con el grupo de la Universidad de Guadalajara. Comienza un proceso de diálogo y negociación que seguramente concluirá con un acuerdo que desactivará el frente político más conflictivo y desgastante para Casa Jalisco desde 2021. Ricardo Villanueva, rector, decidió dar un paso al costado en la lucha por alguna candidatura en 2024 y esto supuso que se aclarara aun más el panorama para Alfaro.

Y en Movimiento Ciudadano, no se percibe pato cojo por ningún lado. Es llamativo el control que el gobernador sigue teniendo sobre su partido político. Hay quien preveía una ruptura entre alfaristas y seguidores de Pablo Lemus, pero la realidad es que ésta no ha existido. Nadie niega que existan guerras soterradas, pero el partido político sigue reconociendo en Alfaro a su líder político. Movimiento Ciudadano entrará al periodo de definición de las candidaturas (segundo semestre de 2023) con más unidad que aquella que presagiaban algunos en la opinión publicada.

La gestión de los tiempos que fue tan errada al comienzo del gobierno, hoy juega a favor del gobernador. No ha caído en la ansiedad de adelantar la sucesión por la gubernatura o las alcaldías. A nivel nacional, la designación de un candidato o candidata un año antes de los comicios podría debilitar el papel de López Obrador y del propio partido. El esperpento del Senado también tiene una explicación en esta lógica. Adelantar la sucesión supone que un proyecto político comienza a dividirse según la corcholata que se gana las simpatías de los legisladores. Eso no ha ocurrido en Jalisco. El alfarismo se ha mantenido cohesionado a espera de las definiciones políticas.

Tal vez la mayor duda en este escenario es qué hará Alfaro en el plano nacional. Después de la elección de junio, ¿dará un paso adelante? ¿Será presidenciable o decidirá quedarse en Jalisco a tripular la sucesión de forma directa? No conocemos su decisión. No obstante, es innegable que nadie imaginó que Alfaro llegaría al ocaso del sexenio con los vientos tan alineados.


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Enrique Toussaint
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