Enrique Alfaro es el personaje político más relevante del siglo XXI en Jalisco. En 12 años trastocó el tablero político y ha sido un terremoto para la política estatal. Mató al bipartidismo (PAN-PRI). Construyó de la nada un movimiento que emocionó a millones de jaliscienses y que se quedó -en 2012- a las puertas de Casa Jalisco. En 2018, a pesar de la ola obradorista, Jalisco decidió respaldar a Alfaro y hacerlo gobernador. Rompió la maldición de las intermedias con una victoria electoral incuestionable. Cinco años después, y con muchas batallas en la espalda, sigue gozando del respaldo de una mayoría social, como lo registran las distintas encuestas que se publicaron esta misma semana.

Tratando de dejar a un lado las filias y fobias que desata, a quien les cae bien y a quien les cae mal, Alfaro llega al último tramo de su sexenio en una posición de fuerza. Esa posición de fuerza le permite ser dueño de su futuro personal y, también, encarrilar la sucesión estatal y el futuro de su movimiento político. Como diríamos en términos futboleros: es dueño de su carta. O en beisboleros: es agente libre.
El mensaje que dio ayer Alfaro tiene múltiples dimensiones: dice que no a la candidatura de su partido; discrepa de la estrategia aislacionista de MC; no le gusta la forma en que se está estructurando la alianza opositora; condena el rumbo del país; no está buscando hueso y niega ser senador o cualquier otro cargo de representación política. Sin embargo, hay más mensajes políticos a los que vale la pena ponerles lupa.
Primero, amplía su margen de maniobra a nivel nacional. En su mensaje, Alfaro no cerró ninguna puerta para explorar coaliciones de todo tipo. En lugar de quedarse de brazos cruzados esperando las decisiones de Dante Delgado, Alfaro no cierra posibles canales de interlocución para jugar un papel relevante en 2024. Se desmarca. Desde el encuentro que tuvieron Enrique Alfaro y Dante Delgado -aquí en Guadalajara- en los días posteriores a la elección del Estado de México y Coahuila, quedó claro que no hablaban el mismo idioma. Acordaron que la sucesión en Jalisco quedaba en el escritorio del gobernador, pero no pudieron compartir una ruta de acción a nivel nacional. No sólo los separa las formas, sino también el fondo. Alfaro quiere participar en la gobernabilidad de México en 2024 y Dante Delgado está pensando en 2030 aunque eso suponga enviar a MC a la marginalidad política. Los tiempos son todo en política.
Ampliar el margen de maniobra, en este mismo sentido, supone capitalizar lo que vemos en los datos. Jalisco es el tercer padrón del país y es un estado clave para conquistar la Presidencia de la República. Desde que hay democracia en este país y los votos se cuentan de verdad, Jalisco siempre ha sido clave para conseguir la Presidencia (Fox, Calderón, Peña, López). Si hiciéramos un símil con Estados Unidos, Jalisco es el Ohio de México. Es tan relevante que Movimiento Ciudadano se quedaría al borde de perder el registro si no cuenta con los votos de la sociedad jalisciense. Cuatro de cada 10 votantes de MC son jaliscienses.
De la misma manera, rompe el aislamiento y la política de bloques. El peligro para el alfarismo en Jalisco es que una ola de polarización nacional, con un Movimiento Ciudadano residual en la contienda presidencial, ponga en tela de juicio la continuidad del proyecto que encabeza Alfaro. Un riesgo real si existiera un cara a cara cerrado entre Morena y el Frente por México. Peor aún: que acusen a Alfaro, siendo candidato, de hacerle el juego a Morena. Eso enterraría su carrera política.
El segundo mensaje es que habilita a los cuadros políticos del alfarismo para decidir -en conjunto- la sucesión en Jalisco. Quien sea el próximo gobernador de Jalisco no es sólo una decisión de él, sino de un grupo político que lo acompaña. Los actores que más identificación han mostrado con las tesis del gobernador: Enrique Ibarra, Hugo Luna, Clemente Castañeda, Mirza Flores, Salvador Zamora, Alberto Esquer, Verónica Delgadillo, Manuel Romo. Está claro que no veremos en Jalisco a un gobernador que entregue el estado a cambio de una embajada como lo han hecho tantos otros. Garantiza que hay precandidatos dispuestos a seguir el legado que dejan estos 13 años de Alfaro en el centro de la política de Jalisco. La continuidad de su proyecto estará en el centro de su acción política. Punto y final a ese mito de que Dante Delgado puede tomar decisiones en Jalisco.
Al final, Alfaro se ha tenido que labrar una trayectoria lejos de las burocracias partidistas. Recordemos el PRD del Grupo de la UdeG. Rompió con Raúl Padilla y su vehículo a la gubernatura fue un Movimiento Ciudadano que no era más que una etiqueta. En 2021, también hubo posibilidades de ruptura con Movimiento Ciudadano. Alfaro siempre ha rechazado la lógica de los partidos políticos y no comprende la poca claridad de Dante Delgado acerca del futuro del proyecto naranja.
Alfaro ya se posicionó. Ahora, el balón está en la cancha del partido naranja. La decisión de Movimiento Ciudadano tendrá consecuencias sobre el futuro del país. No es inocua. Si MC trabaja para construir una coalición ciudadana podría plantar cara a lo que parece altamente probable: la victoria de Morena en la elección presidencial. Si se va por la libre y sin construir acuerdos, MC será interpretado como un esquirol de Morena. En buen castellano: sacrificar al país para los intereses de partido. No parece el mejor eslogan de campaña.