Cultura

Boom del cine polaco


Luis M. Morales

Mientras la industria cinematográfica de Hollywood tuvo que recurrir a las bofetadas para disimular la paupérrima calidad del bodrio que ganó el último Oscar, el cine de Polonia está deslumbrando al mundo con un sorprendente despliegue de vitalidad y talento, gracias a la vitrina internacional que le proporciona Netflix. Al menos tres películas polacas disponibles en esa plataforma merecerían tener altos niveles de audiencia en México, si el público masivo despertara de su letargo. Dos de ellas transcurren en tiempos de la dictadura comunista: el thriller político Operación Jacinto y la comedia musical El deseo en mí. La otra, Mi maravillosa vida, retrata la crisis existencial de una maestra de prepa estrangulada por la moral pequeñoburguesa de la Polonia contemporánea.

Operación Jacinto narra la persecución de homosexuales que el régimen totalitario emprendió a mediados de los años 80, so pretexto de erradicar el Sida. Su protagonista, Robert, un joven policía interpretado por el estupendo actor Tomasz Zietek, se infiltra en el mundillo gay de Varsovia para investigar el asesinato de Jacinto, un estudiante universitario. Aunque al principio Robert sólo desea esclarecer el crimen, al convivir estrechamente con los homosexuales simpatiza con ellos. Aunque Robert es buga, la cercanía con su principal informante (un chichifo guapo y tentador) lo arrastra poco a poco a un tortuoso idilio. Creador magistral de atmósferas opresivas, el director Piotr Domalewski se zambulle de cuerpo entero en el melodrama cuando la situación lo amerita. La película tiene un doble filo político, pues hoy en día, el gobierno fascista de Andrzej Duda también persigue con saña a la comunidad gay de Polonia. Metáfora visual de los instintos encerrados en un clóset de acero, los claroscuros expresionistas de la fotografía contribuyen a crear una sensación de angustia y descenso al infierno.

El deseo en mí, en cambio, se burla de la vieja dictadura totalitaria con el arma del humor frívolo, quizá más incisiva y mortífera que la denuncia seria. Protagonizada por la voluptuosa actriz María Debska y dirigida por Katarzyna Klimkiewicz, la película cuenta los adversidades de una gran diva de los años 60, Kalina, que pierde la chamba cuando un abusivo funcionario la veta de la televisión polaca, resentido porque la diva no quiso acostarse con él. Poseedora de un garbo irreductible a la monogamia, Kalina cohabita en el mismo departamento con dos amantes, un famoso novelista y un cantante de rock. La gente pacata la considera una puta, pero ella se ríe de su leyenda negra. Los números musicales imprimen a la película un ritmo efervescente y ligero, que en cierta forma proclama el triunfo de la libertad sobre las fuerzas del orden. Pese a gozar de una enorme popularidad en Polonia, la diva padece apuros económicos, sufre para pagar la renta y ni siquiera gana lo suficiente para comprarse un abrigo de pieles. Este vistazo a la farándula polaca de los años 60 confirma que, entonces como ahora, la estrechez económica suele aguzar el talento. El cine musical de Hollywood ha tenido retoños en todo el mundo, pero muy pocos alcanzan el vuelo imaginativo y provocador de esta deliciosa comedia.

El esperpento valleinclanesco Mi maravillosa vida exhibe con tintes grotescos las agobiantes restricciones a la libertad individual en la Polonia de hoy, donde la moral conservadora, que sólo cambió de careta tras la caída del régimen socialista, recurre a la intimidación más artera para aniquilar a los inadaptados. La soberbia actriz Agata Buzek interpreta a Jo, una maestra de inglés harta de su familia y del insufrible mundillo escolar, donde los alumnos vigilan a los maestros y los maestros se vigilan entre sí. Madre de dos hijos mayores y casada con un pésimo amante, que para colmo es director del colegio, Jo fuma mota y escapa de su exasperante rutina en los brazos de otro profesor del instituto. Prisionera en un microcosmos que la constriñe cada vez más, Jo es víctima de un chantajista que le manda recaditos donde la tacha de adúltera y drogadicta. El último reducto de libertad que le queda es el pequeño apartamento donde se reúne con su amante. Cuando sus acosadores invaden también esa madriguera, no le queda más remedio que pasar a la ofensiva. Plenamente identificado con la paranoia de su protagonista, el director Lukasz Grzegorzek somete a una crítica demoledora la tentación autoritaria de negar a los transgresores el derecho a la intimidad.

El espectador cansado de ver películas y series anodinas en las plataformas de streaming, se dará un espléndido banquete si vuelve los ojos al cine de Europa Central. Hay que mantener abiertas las pocas ventanas al mundo que nos abren Netflix y Amazon, o los cartabones de mercadotecnia terminarán por cerrarlas.

Enrique Serna


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Enrique Serna
  • Enrique Serna
  • Escritor. Estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Ha publicado las novelas Señorita México, Uno soñaba que era rey, El seductor de la patria (Premio Mazatlán de Literatura), El vendedor de silencio y Lealtad al fantasma, entre otras. Publica su columna Con pelos y señales los viernes cada 15 días.
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