En el transcurso de la vida siempre nos encontramos con una variedad de personas que llegan a nosotros. Algunos pasan, otros se quedan, pero lo importante es conocerlos.
Por ello, esta semana quiero hablar de un ciudadano como cualquiera, pero con un compromiso de fe y amor al prójimo que ha marcado su recorrido en la vida:
el Padre Víctor Manuel Gómez Hernández, mejor conocido como el Padre Pollo.
Quienes tenemos la fortuna de conocerlo sabemos que es un amigo con el que se puede contar, no solo en lo espiritual, sino en todos los aspectos. Su llegada al Santuario del Cristo de las Noas marcó un antes y un después en la vida espiritual de la región. Con su energía incansable, ha organizado peregrinaciones, celebraciones y actividades que no solo convocan a los laguneros, sino también a fieles de muchas otras ciudades, quienes encuentran en él un pastor que habla con sencillez y actúa con humildad.
El Padre Pollo ha sabido entregar su tiempo, su esfuerzo y hasta su salud para mantener viva la fe en el corazón de la gente, aun en los momentos más difíciles, cuando las enfermedades parecían querer frenar su paso. Él continúa entusiasmado, demostrando que la verdadera fortaleza nace del amor, la fe y la convicción. A lo largo de su ministerio parroquial ha tocado muchas almas en las diferentes comunidades donde ha servido, y sin duda ha dejado huella. Su tenacidad sigue con alas enfocada en uno de sus proyectos más importantes: el Cristo de las Noas, donde pretende mostrar la corona de Cristo Rey.
Un proyecto que cada día se consolida, que ha requerido tiempo, dedicación y esfuerzo, y que está enfocado en ser un santuario obligado de visitar por los fieles católicos de todo el mundo, donde se reafirmará la fe, los milagros y el amor a Cristo Rey.
Y como la vida siempre recompensa a quienes sirven con entrega, este año su nombre quedó inscrito en la historia de Torreón al recibir la Medalla de Oro como Ciudadano Distinguido, el máximo reconocimiento que otorga la ciudad a quienes destacan por su servicio a la comunidad y beneficencia social y engrandecen con su ejemplo. Un galardón que, más allá de un homenaje, refleja la gratitud de toda una comunidad hacia un hombre que ha sabido guiar, acompañar y ser luz en momentos de oscuridad.
Hablar del Padre Pollo es hablar de constancia, esperanza y amistad verdadera.
Porque si algo lo distingue es su cercanía: escucha, aconseja y acompaña con esa naturalidad que solo tienen los amigos incondicionales. Entre tú y yo, su trayectoria merece contarse una y otra vez. Porque en un mundo que corre a prisa, él nos recuerda que la fe, la entrega y el servicio son los caminos que dejan una huella imborrable en el corazón de la fe.