Cultura

La palabra de Enrique Rivas

  • Ahora que me acuerdo
  • La palabra de  Enrique Rivas
  • Emiliano Páramo

Esta mañana, vagando en la red, mientras buscaba información sobre Enrique Rivas Paniagua, me encontré con un dato curioso: en la página www.mercadolibre.com.mx se ofertaba un AUTÓGRAFO del maestro. Afortunadamente lo conozco desde hace algunos años y la amistad me permite solicitarle a Enrique, su firma en los libros de su autoría que se encuentran en el acervo de mi biblioteca personal, lo que me hará ahorrar los pesos que se piden a cambio de su letra manuscrita, en la web, muy a pesar de que el ofertante da la posibilidad del pago con tarjeta a meses sin intereses. No sé si el maestro esté enterado del valor que le ponen a su firma en internet, pero el hecho, más que una curiosidad, me parece un anónimo reconocimiento para este hombre que, como dicen mis alumnos, tiene obesidad mental, por la gran cantidad de información reflexionada y revisitada una y más veces, que indudablemente le habita.

No recuerdo el momento exacto en que lo conocí en persona, pero sí recuerdo la primera vez que lo leí, en un delicioso artículo que le había causado un par de escozores aun notable de mi pueblo, por el revés que le significaban a sus afanes de microhistoriador, las palabras y los conceptos del maestro. Después, en la UTTT, cuando los dos impartimos talleres en el Foro de Cultura Popular Juvenil Urbana que organizara el Consejo de Cultura en aquellos lares, una noche, después de las jornadas de trabajo, tocó a la puerta de mi habitación y me regaló su libro “Picudos y Deslenguados”, un delicioso volumen que recoge sabrosos filos de la verbalidad popular, en una suerte de diccionario donde privan el humor, el conocimiento y la pasión por las palabras que define las rutas de Enrique Rivas.

Volvimos a coincidir dando talleres, hace un par de años, en Jaltocán, durante el encuentro de niños y jóvenes huapangueros. Más allá de que el maestro se encontraba sin duda en sus terrenos, pues la Huasteca es el capricho de su corazón, me maravilló profundamente cómo, sin que la brecha de la edad significara un obstáculo, Enrique Rivas se movía como huapanguero en la tarima, dando clases de radio a niños y adolescentes que emocionados se entregaron a las tareas propuestas; al final, todos sus alumnos se despidieron con nostalgia y con la seguridad de que lo extrañarían, porque como buen maestro, Enrique Rivas no se dedicó a pretender enseñar, sino que sólo se entregó, colocó las herramientas de trabajo y, desde su vocación de palabrero, detonó en los niños la ocasión del asombro y el gozo desde lo dispuesto en las clases.

Allá en ese encuentro, también conocí a Emilio, uno de sus hijos, que se ha convertido en el brazo derecho, y también el izquierdo, del maestro. Comparten juntos mucho del trabajo que Enrique realiza para la radio o para otros medios. Creo que muchos le envidiamos a Emilo el tamaño de Padre que tiene: si encontrarlo ocasionalmente por la calle y pararse con él a charlar, es un ejercicio enriquecedor, no imagino la dicha que será tenerlo a la mano como la gran biblioteca humana que es, para regocijarse en los prodigios del pensamiento y sus saberes.

Hace unos días presentó en el Centro de Arte y Filosofía de esta ciudad su libro “Reveses”, del que mi hijo opina que seguramente es una especie de retrato a mano del humorista negro e inteligente que también es Rivas Paniagua; dicho en el mejor sentido de los conceptos, él es profundamente ácido e implacable en sus juicios, cosa para la que le dan autoridad inmarcesible sus años de lectura, vida y experiencia, pero también es profundamente divertido y picoso, como es el modo de andar de aquellos que cultivan la bonita costumbre de ser picudos y deslenguados, cuando de ser revelador se trata, en un mundo que prefiere la zona de confort que significa resignarse a sólo ser contemplativo.

Pero ante todo, Enrique también es un caballero que sabe ser amigo; lo digo con el profundo placer que implica encontrarlo donde sea y saber que siempre se acercará con su mano franca, su abrazo sincero y su cargamento ineludible de buenas palabras. No recuerdo una sola ocasión en que me haya despedido de él, sin llevarme atesorado un nuevo dato, una nueva enseñanza. Se acerca el día del maestro, y aunque nunca me he sentado en un aula a tomar clases con él, confieso ante todas las peteneras del mundo, que mi corazón agradece a la vida haberme topado con la sabiduría de este señor que cuando habla, convoca cientos de siglos en los oficios de la lengua.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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