Política

Inteligencia artificial y desarrollo humano

En un mundo marcado por múltiples crisis: guerras, colapso ambiental, desigualdades sanitarias y un avance tecnológico sin precedentes, surge la necesidad de pensar el futuro desde una perspectiva profundamente humana.

La inteligencia artificial (IA), símbolo del progreso de nuestro tiempo, plantea no solo promesas de eficiencia sino también inquietantes dilemas éticos. ¿Puede la IA contribuir al desarrollo humano integral o terminará erosionando lo que nos hace verdaderamente humanos?

El concepto de desarrollo humano integral implica mucho más que satisfacer necesidades materiales. Es una invitación a construir condiciones que permitan a toda persona desplegar sus capacidades físicas, intelectuales, emocionales y espirituales.

Desde esta visión, el acceso a la salud, al conocimiento y a una vida digna son pilares fundamentales, pero no suficientes si no se acompañan de libertad, justicia, sentido de comunidad y respeto por la dignidad humana. En este contexto, la IA no puede medirse únicamente por su eficiencia técnica, sino por su capacidad de fomentar o restringir estos pilares.

En el campo de la salud, los avances en IA son extraordinarios: desde diagnósticos más precisos hasta dispositivos que monitorean signos vitales y tecnologías que apoyan la rehabilitación de pacientes con discapacidades. Sin embargo, también traen consigo riesgos que comprometen la equidad y el trato humano: sesgos algorítmicos que discriminan, relaciones médico-paciente deshumanizadas, problemas de responsabilidad legal ante errores y el acceso limitado a estas tecnologías por su elevado costo.

Dichas amenazas no son menores; si no se aborda con criterios de justicia y bioética, la IA puede profundizar desigualdades en lugar de solucionarlas.

Es aquí donde la Bioética Global ofrece un marco indispensable. Esta corriente propone que el progreso científico y tecnológico debe ir acompañado de una reflexión ética comprometida con la justicia social, la protección de los más vulnerables y el cuidado del medioambiente.

La IA no debe ser instrumento exclusivo del mercado ni de intereses corporativos: debe orientarse al bien común. La Declaración Universal de Bioética y Derechos Humanos lo deja claro: la ciencia debe estar al servicio de toda la humanidad, no de unos pocos.

Propuestas como las de Amartya Sen y Martha Nussbaum, con su enfoque en las capacidades humanas, enriquecen este debate. Recordándonos que el desarrollo no se mide solo en cifras, sino en oportunidades reales para vivir con dignidad, participar en la vida pública, expresar nuestras emociones, ejercer la libertad y gozar de un entorno sano.

La IA puede y debe contribuir a ello, pero solo si se programa desde un profundo sentido de justicia y responsabilidad ética.

El Papa Francisco, en FratelliTutti, llama a soñar juntos un mundo abierto, más justo, más fraterno. Ese sueño exige que la IA sea aliada del desarrollo humano integral, no su amenaza. Para lograrlo, necesitamos una ciudadanía informada, gobiernos responsables, instituciones éticas y una tecnología al servicio de la vida. Porque solo así, como humanidad, podremos mirar al futuro sin temor, con esperanza y con justicia.


Mored 25
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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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