Política

Metaverso, un mundo sin reglas: de la fascinación al riesgo ético

El metaverso ha dejado de ser un concepto propio de la ciencia ficción para convertirse en un fenómeno que avanza a gran velocidad. Se trata de un espacio digital tridimensional e inmersivo en el que los usuarios, mediante avatares, interactúan en entornos virtuales que simulan experiencias de la vida real.

Ahí es posible asistir a un concierto, entrenar en actividades deportivas, probar modelos financieros, explorar proyectos de negocios o simplemente entretenerse. Esta realidad paralela, esta ya cambiando nuestra forma de vivir, trabajar y relacionarnos; y de sus consecuencias,que empiezan a ser visibles, emergen preguntas éticas que merecen atención.

Como ocurre con toda innovación tecnológica, el metaverso no es bueno ni malo en sí mismo: su valor depende del uso que hagamos de él y de las reglas que como sociedad nos demos para garantizar que contribuya al bienestar y no se convierta en un factor de riesgo. A continuación algunas de sus posibles implicaciones éticas pueden ser

1. El metaverso es un espacio “sin reglas”:

Uno de los primeros desafíos que plantea el metaverso es la ausencia de reglas claras. Al tratarse de un entorno aún en construcción, muchos de los espacios virtuales funcionan como “zonas liberadas” donde los límites de la conducta son difusos. Esto significa que en esos entornos puede ser posible ejercer violencia verbal, psicológica o simbólica sin que exista un marco regulador eficaz.

Aunque en el mundo físico la violencia tiene consecuencias tangibles e inmediatas, en el metaverso no se producen lesiones corporales. Sin embargo, ello no significa que no haya efectos reales: la exposición constante a situaciones de acoso, agresión o abuso en entornos virtuales genera un fuerte impacto en la salud mental de los usuarios. Ansiedad, depresión, trastornos de estrés o la normalización de conductas violentas son algunos de los riesgos implícitos.

2. Identidades múltiples y autenticidad de la persona:

Otro reto ético importante tiene que ver con la multiplicidad de identidades digitales. En el metaverso, los usuarios pueden crear diferentes avatares, diseñados con rasgos físicos, conductas y hasta personalidades distintas, según el rol que deseen desempeñar en determinado contexto. Esto abre un campo de libertad y creatividad interesante, pero también riesgoso.

La consecuencia es inevitable: la persona empieza a fragmentarse en múltiples identidades virtuales. La identidad humana se construye sobre la autenticidad y la coherencia. Si en el metaverso cada interacción depende de una máscara distinta, se corre el peligro de falsificar la verdad de la persona. La ética nos recuerda que el respeto a la dignidad humana pasa por reconocer al otro en su unicidad, algo que la multiplicidad de personalidades digitales tiende a diluir.

3. Aislamiento y la confusión entre realidades:

El tercer punto de reflexión es quizá el más preocupante: el riesgo del aislamiento social. El metaverso es un espacio altamente atractivo, diseñado para cautivar al usuario con experiencias inmersivas y cada vez más realistas. El problema surge cuando esta fascinación desplaza al mundo real, convirtiéndose en un refugio donde las responsabilidades, los vínculos y los límites de la vida cotidiana quedan suspendidos.

Quien se sumerge por largos periodos en este universo digital puede comenzar a confundir la frontera entre lo real y lo virtual, generando una mala adaptación con su entorno físico y social llevando a la persona a la soledad y otros trastornos psicológicos y emocionales.

El metaverso es, sin duda, una de las grandes innovaciones de nuestro tiempo. Su potencial para transformar la educación, los negocios, la medicina, el deporte y el entretenimiento es enorme. Pero también lo son los desafíos éticos que conlleva.

En primer lugar, debemos apostar por un uso ético y responsable del metaverso, que no lo convierta en un escenario de violencia, falsificación de identidades o aislamiento social, sino en una herramienta que sirva a la persona usuaria a desarrollarse más plenamente. Esto implica regular los tiempos de uso y promover finalidades claras: educativas, recreativas, laborales, deportivas, etcétera.

El metaverso no puede ser tierra de nadie: requiere límites que garanticen que este universo digital en expansión no sustituya ni degrade la experiencia de vivir en el mundo real, sino que la complemente de manera sana y equilibrada.

Solo así el metaverso dejará de ser un riesgo de alienación para convertirse en una oportunidad de crecimiento personal y comunitario.

Mored 2308
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Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Elizabeth de los Ríos Uriarte
  • Profesora investigadora de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac México
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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