El paisaje gris que ha predominado en los últimos días, causado por el frío y las lluvias, enmarcan la llegada abrupta del invierno a la zona metropolitana. Es hora de sacar las chamarras, las bufandas y la clásica cobija de tigre, y disfrutar una taza de chocolate caliente o un té para mitigar la congestión nasal propia del cambio de estación.
Las intensas precipitaciones llegaron de repente, sin previo aviso, y aunque para muchos resulta una sorpresa agradable, a otros les complica su día a día.
Tan sólo en Guadalajara, se estima que hay alrededor de mil 800 personas en situación de calle, una cifra que se duplicó después de la pandemia de covid-19; antes de la emergencia sanitaria, el número rondaba las 800 personas en esta condición. Aproximadamente, 40 por ciento de las personas sin hogar son migrantes sudamericanos, que están de paso por la ciudad en busca de llegar a Estados Unidos.
En enero pasado, las bajas temperaturas cobraron las vidas de al menos tres hombres en la ciudad, víctimas de la hipotermia que sufrieron ante la falta de cobijo.
Las acciones gubernamentales para atender a esta población vulnerable resultan insuficientes para evitar estas tragedias, por eso, la voluntad y unión ciudadana es fundamental para que quienes más lo necesitan puedan sobrellevar esta temporada invernal.
Hay iniciativas a las que todos podemos sumarnos, como la del colectivo Proa 31, en la que se colocan percheros públicos para que cualquiera pueda dejar o tomar una prenda; además, los albergues del Sistema DIF también aceptan donaciones que les permitirán atender de mejor manera a quienes necesiten un refugio.
Ese suéter que ya no nos gusta tanto o la cobija que tiene mucho tiempo guardada puede marcar una diferencia entre la vida y la muerte para una persona que solamente tiene un poco de ropa y cartones para protegerse del frío.
Que las luces de Navidad también iluminen nuestra empatía, una pequeña acción puede hacer una gran diferencia.