Otra vez se escuchó el grito homofóbico desde las gradas del Estadio Azteca, ahora durante el encuentro entre México y Canadá, lo que causó que el partido se detuviera unos minutos, según el protocolo de la Concacaf para combatir la discriminación. Pero eliminar esa palabra utilizada como arma de los aficionados para pelear junto con el Tri es tan solo la punta del iceberg de todo lo que la FIFA debería de atender si están tan preocupados.
La FIFA es hipócrita. Muy golpeada de pecho al escuchar ese insulto de cuatro letras, pero cuando ha tenido que definir postura, de repente ni escucha, ni ve ni habla.
En 2018, celebró un Mundial en Rusia, cuyo presidente rechaza el matrimonio igualitario, e incluso en 2013 se aprobó la ley “antipropaganda gay”, que prohibía hablar con menores sobre la población LGBTQ+, que también se autorizó en Hungría este año.
Como protesta a esta legislación, el arquero del Bayern Munich, Manuel Neuer, usó una cinta con los colores del arcoiris durante los primeros dos partidos de la UEFA, por lo que fue investigado, aunque no se le impuso ninguna sanción. Después, se negó el permiso para que el estadio de la capital alemana se iluminara de colores, y el público respondió con sus propias banderas.
En 2022 el máximo torneo será en Qatar, donde por ser homosexual una persona puede ser sometida a tortura o condenada a la pena capital.
Y ni hablar de aceptar la diversidad sexual en sus equipos. El año pasado, un futbolista de la Premier League publicó una carta anónima en la que revelaba ser gay, pero no lo hacía público por temor a perder su carrera. Ese miedo llevó a Thomas Beattie a salir del clóset una vez retirado, pues han aprendido de la historia homófoba del futbol, en la que figura Justin Fashanu, quien ante la presión que vivió tras revelar ser gay se quitó la vida el 3 de mayo de 1998; tenía 37 años.
Con el argumento de que no se permiten expresiones religiosas o políticas, la FIFA ha prohibido las manifestaciones de apoyo a la población LGBT+; sin embargo, no ha pasado nada si un jugador se persigna.
La cancha y los estadios son foros sociales y por lo tanto políticos. Si hay un verdadero compromiso contra la discriminación y lucha por la inclusión, los esfuerzos no deben enfocarse solamente en acallar el grito homofóbico, sino en ser congruente y tomar acciones para que el deporte sea un espacio seguro para todos. Y en pleno 2021, todavía no lo es.
@darianzx