En medio de la irrupción neoliberal en el mundo, Carlos Salinas de Gortari basó su proyecto social de gobierno en una iniciativa que el entonces presidente había trabajado tiempo atrás con un núcleo cercano de colaboradores en el cual destacaban Manuel Camacho Solís y Luis Donaldo Colosio.
“Solidaridad” fue el programa estrella de esa política que tuvo sus orígenes en 1983, cuando Carlos Rojas Gutiérrez llegó a trabajar a la Secretaría de Programación y Presupuesto, a cargo del futuro mandatario.
“Me integré a un equipo en donde la cabeza era el subsecretario Manuel Camacho Solís y el director general, en mi caso, se llamaba Luis Donaldo Colosio. Era un equipo del que después se iba a hablar y escuchar mucho durante los siguientes años participando en la política en múltiples tareas públicas de México”, recuerda el ingeniero y ex funcionario de gobiernos del PRI.
“Yo era director de área, es decir, un cargo inmediatamente inferior al que ocupaba el licenciado Colosio. A Donaldo también le interesaba mucho el trabajo que hacíamos en las comunidades indígenas y en las campesinas más pobres, entonces tuvimos varios viajes. Le gustaba andar en tierra, siempre se nutrió mucho de esa visión campesina e indígena, y nosotros también”.
¿Cómo era ese trabajo en Programación y Presupuesto?
Fue una cuestión más administrativa, sin embargo, se fueron diseñando nuevos esquemas que permitían recuperar varias de las experiencias que nosotros habíamos vivido para integrarlos a las acciones del gobierno federal. Pero así llegamos a 1988 cuando el PRI escogió como candidato a la Presidencia al licenciado Carlos Salinas de Gortari e invitó a varios de los que habíamos sido sus colaboradores a participar en esa campaña.
Luis Donaldo fue el coordinador de esa campaña…
Sí, Donaldo mismo fue el coordinador de la campaña y ocupó un cargo administrativo: creo que era el oficial mayor del PRI, si no mal recuerdo, pero él coordinaba la campaña, y a mí me encargó el candidato Salinas organizarle los primeros eventos, por llamarle de alguna manera: eventos espontáneos donde pudiera él escuchar de manera directa, sin intermediarios y de viva voz, a la gente, a los campesinos, a los obreros, a los ciudadanos en general, en los que ellos mismos le pudieran narrar y describir sus problemas.
Me acuerdo que la campaña del licenciado Salinas tenía como mensaje una frase que se denominaba: “Que hable México”, y entonces ahí habló México. Por primera vez un candidato a la presidencia se sentó —cuando menos del PRI— con pequeños grupos. No eran actos masivos ni mucho menos, pero eran diálogos directos con presencia de los medios de comunicación, no eran diálogos secretos. Creo que ocuparon un papel muy relevante en la campaña y la gente decía realmente lo que quería decir. No había censura previa, los asistentes no iban a leer ponencias y el candidato no iba a escuchar discursos preparados, sino a conversar sobre temas que les preocupaban a los ciudadanos y a las organizaciones campesinas e indígenas.

¿Eran diálogos reales o simulaciones?
Los diálogos sí marcaban una diferencia y esa diferencia estriba o estribaba en que se podía realmente plantear las cosas de manera directa, sin tapujos, con las quejas que la gente quería expresar y pues teniendo un candidato con una cultura general e inteligencia sobrada, la verdad es que se hacían diálogos muy intensos y muy interesantes. Y eso ayudó también al licenciado Salinas a tener una lectura diferente de lo que era México y de cómo estaba México. Salinas es hijo de un economista que llegó a ser secretario de Comercio, es decir, un político profesional, y de una maestra normalista que les enseñó a todos ellos lo que significa la historia de México, la geografía de este país, entonces al candidato le gustaban mucho este tipo de eventos y de diálogos que resultaban una cubetada de frescura para todos nosotros.
¿Ya tenían pensado hacer Solidaridad?
Ahí mismo se empezó de alguna manera a diseñar lo que iba a ser el programa Solidaridad. El nombre se nos ocurrió a dos personas: al antropólogo Jesús Rubiel, que había hecho una carrera similar a la mía en el Instituto Nacional Indigenista, y a mí.
¿Cuál era la intención de ustedes?
Aprovechar las experiencias que habíamos tenido y la infraestructura institucional, que no era poca. Por ejemplo, las clínicas rurales del IMSS, que se habían construido en nuestra época, a principios de los años ochenta, pues prestaban un servicio buenísimo en las comunidades y eso lo recuperamos en el programa de Solidaridad. Es decir, ya había una infraestructura que operaba y que retomamos.
Pero Solidaridad ocurre mientras había una política económica de mucha apertura...
Me parece que muchas de las medidas de Solidaridad fueron visionarias. También hay otras en donde no estoy de acuerdo, porque creo que se hicieron de manera precipitada y no se hicieron con el acompañamiento y el acompasamiento adecuado que le permitiera a las distintas comunidades, a los grupos sociales, en especial a los más pobres, poder subirse a esos nuevos ferrocarriles que cruzaban el país.
¿A qué se refiere?
A la política económica le faltaba un mayor contenido social, una mayor visión social, que en el caso del presidente Salinas me parece que lo compensaba con Solidaridad. De manera muy raquítica, por cierto, porque nuestros presupuestos eran muy modestos, en comparación con lo que ahora gastan en una política social asistencialista e individual.
CONTINUARÁ...
Los Neoliberales/ capítulo VIII