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El TLC: un golpe de la fortuna

Los neoliberales / Capítulo I - Segunda Temporada

Las circunstancias cambiaron para México tras la caída del Muro de Berlín. Diego Enrique Osorno
Las circunstancias cambiaron para México tras la caída del Muro de Berlín.Diego Enrique Osorno

A principios de 1990, el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, viajó al Foro Económico de Davos con la expectativa de establecer una alianza comercial con Europa luego de la caída del Muro de Berlín y la paulatina separación de las repúblicas que formaban parte de la Unión Soviética.

Lo acompañaba el entonces secretario de Hacienda, Pedro Aspe, y el de Comercio, Jaime Serra Puche, quienes tenían la misión de operar los acuerdos que buscaba el gobierno salinista para consolidar uno de los aspectos más importantes de su proyecto: la apertura económica del país al mundo.

Los detalles de la forma en la que ocurrió este proceso neoliberal y las resistencias que surgieron ante él en su momento —en especial la que brotó en la Selva Lacandona—, son los temas que se abordarán en esta Segunda Temporada de la serie periodística Los neoliberales, basada en el testimonio directo de quienes protagonizaron estos acontecimientos clave de la historia inmediata de México.

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En aquel viaje a Europa fue cuando el gobierno salinista inició la negociación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Es el propio Serra Puche quien lo relata: “En Davos nos dimos cuenta de que la posición de México en el panorama económico era bastante limitada y el efecto más importante es que, al haber caído el Muro de Berlín, muchos de los países Europa del Este se estaban modernizando y eso atraía más a los inversionistas”.

“Nosotros no podíamos competir mucho con ese proceso que era un cambio tan radical y de ahí discutimos la posibilidad de hacer un Tratado de Libre Comercio con los americanos y con los canadienses que nos diera posicionamiento en el mapa del comercio exterior y de la inversión extranjera, esa era la motivación fundamental”.

¿Qué tan compleja era para ustedes una decisión así?

Sí fue compleja porque, para empezar, los americanos no tenían un proyecto de esta naturaleza, no estaban preparados para ello y era complicada la participación de Canadá en un principio, ya que los canadienses dijeron que no querían participar, hasta que después nos acercamos más y pidieron ser parte del proceso.

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La versión anterior es confirmada por el ex presidente Salinas de Gortari, aunque ampliada y detallada en varios aspectos. Primero que nada, al ponerla en contexto, sentencia: “Tienes que saber que el TLC nació muerto”.

¿Qué quiere decir eso?

Cada 12 años los presidentes de México y EU iniciamos al mismo tiempo nuestra responsabilidad, de tal forma que en 1988 coincidimos el presidente George W. Bush y yo en ser electos el mismo año y conversamos en Houston como presidentes electos en noviembre del 88. Ahí, los temas fueron muy abiertos: nosotros teníamos el problema del exceso de la deuda externa y yo le pedí el apoyo del gobierno de EU para hacer una negociación exitosa con los 500 bancos comerciales y lograr, no ya posponer la deuda, sino su reducción en el saldo.

Cuando le tocó a él hacer su planteamiento, me dijo: ‘Canadá y EU acabamos de firmar un acuerdo de libre comercio y me interesaría que negociáramos uno entre EU y México’. Mi primera reacción fue natural. Le dije: ‘Presidente, es muy difícil hacer dos macronegociaciones al mismo tiempo, porque lo que ustedes me ayuden a reducir del saldo de la deuda externa, me van a pedir en facilidades de acceso comercial a México sin darme reciprocidad de apertura del mercado de EU a nuestros productos. No tengo más remedio que decirle que no’.

¿Qué sucedió después?

Durante todo 89 tuvimos el apoyo del gobierno americano, también del japonés, del español, del FMI, del Banco Mundial y logramos hacer esta reducción de deuda a través del llamado Plan Brady, que nos dio resultados muy positivos en el abatimiento del saldo de la deuda y la liberación de recursos sanos para el crecimiento de México.

Pero las circunstancias cambiaron y ocurrió un evento inesperado, lo que Maquiavelo llamaría un golpe de la fortuna: en noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, desapareció en poco tiempo el campo socialista y llegó incluso al evento tremendo de la desaparición de la Unión Soviética como tal en 1991.

Un nuevo contexto se abrió y no nos dábamos cuenta de qué magnitud.

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En la entrevista, el ex presidente da su versión de aquel viaje a Suiza en 1990: “Llegué a la reunión de Davos, donde pensábamos que México iba a ser literalmente el país con más interés para las otras naciones porque habíamos logrado la reducción del saldo de la deuda con el Plan Brady. Cuál sería nuestra sorpresa que en ese foro el interés ya no estaba en nosotros, sino en los países de Europa central y oriental”.

Salinas cuenta que, ante la situación, citó en ese mismo momento a Aspe y Serra Puche: “Tenemos que, literalmente, responder al golpe de fortuna”, les dijo, aunque luego precisa: “No usé esa expresión, pero ahí está el capítulo 25 de El Príncipe, donde Maquiavelo muy claramente lo expone, así como a lo largo de todos sus escritos. Eso es lo que les planteé”.

Al recrear aquel momento, Salinas se recuerda dando la siguiente orden a Serra:

“Aquí en Davos está Carla Hills, responsable de las negociaciones comerciales de EU. Dile que en relación a lo que planteó el presidente electo Bush en Houston en noviembre de 88, de un Tratado de Libre Comercio, que entonces le dije que no, ahora le digo que sí, que queremos negociar un tratado con EU”.

Mientras que esto es lo que rememora haber dicho a Aspe:

“Y tú, Pedro, tenemos que dar un paso adicional, no basta reducir la deuda externa, vamos a reducir la interna y prepárate la privatización de los bancos, como venta de activos y otras empresas públicas que nos permitan reducir el saldo de la deuda interna y liberar recursos para el mercado doméstico”.

El ex presidente explica que sus dos secretarios se fueron a cumplir sus misiones.

“Jaime Serra regresó blanco como la nieve después de ver a Carla Hills”, explica, para luego recrear así su diálogo. 

—¡Qué palidez, ya le afectó el clima invernal de Davos! —habría dicho Salinas.

—No, presidente, malas noticias, le dije a Carla Hills sobre negociar un tratado de libre comercio y me dijo: ‘No, stop Jaime, no. Nosotros estamos interesados en negociaciones multilaterales y la ronda Uruguay del GATT, no nos interesa el tratado de libre comercio con México’ —respondió Serra.

—No te preocupes, Jaime, ya estarán negociando —concluyó Salinas.

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Salinas confirma que en ese enero de 1990 comenzó en Davos la negociación del TLC con EU y Canadá que finalmente entraría en vigor el 1 de enero de 1994 y que marcaría una nueva era para el país, la cual es revisada y criticada constantemente por el actual gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, el cual, sin embargo, ratificó en su momento el tratado renacido ahora bajo el nombre de T-MEC.

“No había un clima político a favor —relata Salinas—, no había una concepción propicia e, incluso, cuando iba yo a EU por invitación del presidente Bush para convencerlos allá de que valía la pena que hubiera esta negociación, los americanos me decían, bueno: ‘¿no está usted preocupado de tener una relación más intensa con la economía más grande del mundo y que los pueda absorber?’ Yo les decía: ‘pues sí, es una economía muy poderosa, pero nosotros los mexicanos tenemos una ventaja: la fuerza de nuestra cultura’.

​Diego Enrique Osorno

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