Mientras escribo esta columna, leo que hay fuertes señales de violencia en Culiacán y en las inmediaciones del Mercado Juárez de Torreón.
Sin embargo, decido mantener el buen sabor de boca del inicio de semana con el nombramiento de la ministra Norma Lucía Piña Hernández como la primera mujer presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Nunca más ninguna niña o adolescente mexicana podrá pensar que por razón de su género no puede ser presidenta de la Corte. Tendrá que preocuparse por la calidad de los argumentos que ponga por escrito en sus tesis académicas.
Esta elección de la presidencia de la SCJN es de celebrar porque hay constancia en el pasado reciente de que la ministra Piña Hernández trabaja en favor de los Derechos Humanos.
Además de los aportes en términos de representación, que es importantísima, la ministra aportó mucho para consolidar la Unidad de Igualdad de Género. El diseño institucional del Estado debe expresar las demandas que las mujeres hacen en las calles.
La actual ministra presidenta, en el pasado, ha votado a favor de la despenalización del aborto y de la eliminación de la prisión preventiva oficiosa.
En estos dos temas es clara su postura contra las prácticas punitivas que ponen en riesgo los Derechos Humanos de poblaciones en situación de vulnerabilidad.
También ha votado a favor de la regularización de la marihuana, incluyendo el uso recreativo.
Este sentido de la votación es importante en términos de la urgencia que tiene México de pacificar el trasiego y comercialización de esta planta.
La violencia generada por mantener el cannabis en la ilegalidad se traduce en muertes de muchas personas inocentes.
En distintos momentos ha argumentado con un claro enfoque de Derechos Humanos. Por ejemplo, para la protección de personas afromexicanas, comúnmente invisibilizadas, para que tengan mayor acceso a la justicia.
Habrá que dar seguimiento al desempeño de la ministra presidenta.
@perezyortiz