Entre el invierno, que puede calar, y el verano que agobia, las mañanitas de abril se convierten en un bálsamo climático.
La temperatura agradable sirve de escenario perfecto para salir muy temprano de casa a disfrutar del clima.
Múltiples testimonios nos cuentan que era una práctica habitual en el mes de abril ir muy temprano al Bosque Venustiano Carranza, a la Alameda Zaragoza y otras plazas de Gómez Palacio y Lerdo.
El objetivo básico era disfrutar de las últimas mañanas frescas antes de la llegada del verano.
Hace pocos años se realizaron algunas réplicas de esta tradición. Organizaron actividades culturales matutinas.
Esta práctica del siglo pasado en la Comarca Lagunera provoca algunas reflexiones:
¿Qué hacían en las mañanitas de abril? Nada. Solamente disfrutar del momento, del clima, de las plazas, de los árboles, del cantar de los pájaros, desayunar, encontrarse con otras personas, en resumen: ser y estar.
Saber disfrutar. Salir de casa a disfrutar del clima en el espacio público, ese simple hecho, hoy lo podemos apreciar como una práctica de personas sabias que gustan de dedicar una parte de su tiempo para sentir el clima.
Conectar. Una mañana fresca extraordinaria de abril nos puede ayudar a ser conscientes de nuestras emociones, de los sentimientos y los pensamientos que influyen en nuestra vida cotidiana. Reconocer nuestras heridas y celebrar nuestro camino.
Construir momentos. La convivencia pacífica requiere de tiempos y lugares para el sosiego y el encuentro.
Primero, para saber estar con uno mismo en paz y luego para construir vínculos armoniosos con los demás.
Proyectar caminos. ¿Cómo queremos continuar nuestra relación con el agua, con la seguridad vial, con las propuestas de las campañas electorales, con las desigualdades, con la producción y el consumo responsable?
Esta práctica de las mañanitas de abril para disfrutar de un momento de paz pareciera un privilegio.
Sin embargo, dedicarse a sí mismo un tiempo para estar y disfrutar es un derecho.
@perezyortiz